Entrevista a Xavier Rodó: “La península Ibérica es especialmente vulnerable al cambio climático. No somos Tuvalu, pero estamos a medio camino”.
Xavier Rodó, jefe del grupo de investigación de Clima y Salud en ISGlobal, habla sobre las inundaciones en Valencia, el cambio climático y el futuro del Mediterráneo.
21.11.2024Con todavía personas desaparecidas y el barro cubriendo los pueblos afectados por las inundaciones del pasado 29 de octubre en Valencia, nos detenemos a reflexionar sobre lo que ocurrió en al cielo aquel día funesto, sobre lo que nos espera en esta parte del Mediterráneo y en todas partes a causa del calentamiento del planeta, y sobre cómo avanza la ciencia para dotarnos de la mejor herramienta de acción: el conocimiento. Entrevistamos a Xavier Rodó (Terrassa, 1965), profesor de Investigación ICREA y jefe del grupo de investigación de Clima y Salud en ISGlobal.
-Como climatólogo, ¿te sorprendió lo que pasó en Valencia?
-Es difícil que no te sorprenda un acontecimiento así. Sorprende la magnitud de las consecuencias, a pesar de que en términos relativos, y cuesta decirlo, son muy menores si se comparan, por ejemplo, con las del ciclón tropical Nargis, que se cobró más de 100.000 vidas y destruyó comunidades enteras en Myanmar en 2008, o las de la sequía en el cuerno de África en 2011, con más de 250.000 muertos, según estimaciones del grupo World Weather Attribution (WWA). Pero en el que podríamos denominar primer mundo sí que es un acontecimiento extremo y catastrófico por el tipo de consecuencias. Respecto a la situación meteorológica concreta, a pesar de que no ocurra a menudo, es habitual en esta área del Levante mediterráneo y se conoce desde hace muchos años. Lo que sí era poco esperable, en un principio, era la carga energética que este acontecimiento concreto llevaba asociada y que provocó lluvias muy intensas. Aun así, las previsiones lo apuntaron de una manera correcta.
-¿Tendremos más acontecimientos extremos, pues?
-Desgraciadamente serán cada vez más frecuentes. Ya no es ciencia ficción, tenemos que empezar a entender que las previsiones se van cumpliendo. Esto es un desastre desde un punto de vista social, pero un éxito desde un punto de vista científico. Lo que está pasando en el Mediterráneo se acentuará porque tenemos una zona de ciclogénesis muy activa en la parte occidental, que se amplifica cuando el mar se calienta.
-¿El Mediterráneo occidental está considerado un punto caliente planetario?
-Sí. Por un lado, tenemos el aumento progresivo y sin pausa de las temperaturas superficiales del aire y el calentamiento del Mediterráneo, con menos lluvias en las dos épocas principales de lluvias, esto como tendencia. Y, por otro lado, tenemos una amplificación de los extremos: en el Levante peninsular hay esta zona de ciclogénesis muy activa, donde las condiciones del otoño llevan a choques de masas de aire frío con masas de aire cálido cargadas de humedad, que llenan la columna de aire y al liberarse causan estas descargas energéticas en forma de lluvias torrenciales. Las llevantades o gotas frías serán cada vez más habituales. Por lo tanto, podemos pasar de una situación de sequía a otra en que puntualmente llueva muchísimo, pero aun así continuar con los pantanos medio vacíos. Hay esta dicotomía entre la disminución de los recursos hídricos y la amplificación de los fenómenos extremos del clima. Tenemos que empezar a adaptarnos a estos recursos variables y menguantes.
-¿Qué otros factores influyen?
-El calentamiento planetario basal y continuado que va elevando las temperaturas del aire y del agua también altera los patrones de circulación atmosférica general. Esto hace que, como en el caso de la gota fría, algunas “burbujas” o masas de aire muy frío en altura se desprendan de la corriente habitual que hay en latitudes medias en Europa y basculen hacia el Mediterráneo. Además, hay años en que tienen lugar fenómenos de escala planetaria específicos que lo facilitan, como El Niño intenso que se inició el año pasado y que ha durado hasta entrado el 2024. Esto hace que se transfiera mucha energía hacia latitudes fuera de las áreas tropicales a través de las teleconexiones climáticas. Es como una olla a presión que vamos calentando: el calor ha de salir de alguna manera. Pues el exceso de energía tiene unos canales de salida regionales que ya se conocen, y uno de ellos es el Mediterráneo, sobre todo en la parte occidental. Por lo tanto, cuando la cantidad de energía acumulada es muy grande, se liberan lluvias muy intensas, como las de Valencia: en ocho horas cayó casi tanta agua como la que cae durante todo un año.
3 grados de calentamiento son un mundo diferente
-Ya sabemos que 2024 será el año más cálido que se ha registrado nunca y el primero en que se superarán los 1,5 grados de calentamiento respecto a la era preindustrial, que era el límite que fijaban los acuerdos de París. ¿Qué te hacen sentir estos datos?
-Queda mal decirlo, pero como científico hay un grado de satisfacción por el trabajo hecho todos estos años. Como ciudadano, la decepción es muy grande. Pero pienso que el conocimiento nos da herramientas para actuar y que generar nuevo conocimiento científico puede, de alguna manera, hacer movilizar esta acción desde diferentes ámbitos. Lo que más me preocupa es que el ritmo actual de emisiones nos está llevando a un calentamiento de 2,7 a 3 grados a finales de siglo, y esto quiere decir un mundo diferente.
-¿Cuáles serán las consecuencias si llegamos a los 3 grados de calentamiento?
-Los modelos pueden estar equivocados y siempre son aproximados, pero nos dicen inequívocamente que con 3 grados de calentamiento ya hay colapso de la circulación termohalina atlántica, que es el sistema de corrientes oceánicas que hace circular el agua dentro del océano Atlántico, llevando agua caliente al norte y agua fría al sur, y que es la responsable de nuestro clima templado en Europa. Y esto tendría después muchos efectos en cascada en todo el planeta. Tiene que quedar muy claro: podemos ir hablando de 1,5 grados pero lo que nos viene más adelante es una situación mucho más preocupante. Esto genera pesimismo, es evidente, pero quiero darle la vuelta también el mensaje.
-¿Cómo se puede dar la vuelta al mensaje?
-Desde el ámbito científico conocemos cada vez mejor cómo se comportan el planeta y el clima, a pesar de algunas sorpresas en cuanto a la alta sensibilidad climática que tiene, como hemos visto últimamente, pero este conocimiento nos tiene que hacer estar más seguros como sociedad de que tenemos que presionar a nuestros gobernantes para que el sistema cambie. Nos tenemos que relacionar de otro modo con el medio: hemos de empezar a dejar atrás esta dinámica histórica del ser humano como agente extractivo de recursos sin límites e intentar entender que no podemos crecer de una manera indefinida. Ya hemos llegado a unos límites planetarios con los cuales tenemos que reorganizar la distribución de la riqueza. Esto no quiere decir que volvamos a vivir como 50 años atrás (en muchos aspectos, por cierto, claramente bastante mejor que hoy), sino que en nuestro desarrollo tenemos que intentar cada vez más no gestionar la demanda de recursos sino la oferta que tenemos, que es limitada. Esto se tiene que hacer desde el ámbito municipal, regional, estatal y supraestatal. Ha de haber un cambio en la manera de gestionarnos como sociedad, y tenemos que aportar esta inteligencia al poder.
Cumbres para que no se tomen decisiones
-¿Como vivís los científicos que os dedicáis a este campo que el negacionismo del cambio climático gane fuerza?
-No es un problema científico sino sociológico, de comportamiento humano. Va más allá de lo que nosotros podamos hacer desde el ámbito científico. Necesitamos un debate social amplio para abordarlo, y no somos nosotros solo quién tenemos que decir cómo hacerlo. El negacionismo climático existe y existirá, cada vez más fuerte con las nuevas condiciones políticas globales, y se ha usado ampliamente como herramienta de inacción.
-¿Puede hacer algo la COP29?
-Las cumbres del clima se han vuelto cada vez más burocráticas. Cuesta más que nunca que se tomen decisiones transformadoras. Sencillamente no se toman. De hecho, las cumbres se han hecho para que no se tomen. Ya estamos todos muy acostumbrados al guion de ver las negociaciones del último día hasta altas horas de la noche como si las dos o tres semanas anteriores no se hiciera nada. ISGlobal está acreditado como observador en la COP29 y estoy viendo que la dinámica continúa como de costumbre: se habla de los puntos y las comas de frases puntuales de apartados de los subapartados mientras los temas realmente importantes se dejan totalmente de lado. Y ya vale, ¡llevamos 29 cumbres del clima! Es un gran problema. De hecho, estamos viendo también que las cumbres de biodiversidad, y ahora llevamos 16, están cogiendo la misma dinámica. Esto es muy peligroso. Tenemos que cambiar la manera de actuar, no solo la comunidad científica sino la ciudadanía, y sobre todo forzar a los gobiernos a adoptar cambios.
-¿Cuáles son los temas que habría que abordar urgentemente?
-La COP tiene los mismos temas pendiente desde hace muchos años. Por un lado, el mecanismo y la magnitud que tiene que tener el fondo de compensación (Loss and Damage Fund). Es decir, como compensamos aquellos países y áreas del planeta que han estado sufriendo los efectos del cambio climático durante años, y quién es el responsable de pagar todo esto. Por otro lado, no hay un mecanismo de verificación posterior, una agencia que obligue al cumplimiento de los estados y al pago de esta deuda (de hecho, tenemos que considerarlo ya como una deuda adquirida por parte de los países desarrollados y emisores históricos y actuales). Por lo tanto, todo acaba al final siendo únicamente voluntario y así no vamos en ninguna parte.
-¿Qué podemos hacer ante esta falta de acción de las cumbres?
-Tenemos que idear un mecanismo nuevo que obligue a los países a compensar por los efectos de sus acciones históricas, que además a estas alturas ya están muy bien cuantificadas. Lo que hace falta es voluntad y un mecanismo nuevo, porque está visto que la teoría del ‘bien común’ no funciona en este tipo de problemas globales. Pero esto parece difícil porque estamos viendo que las decisiones de Naciones Unidas en otros ámbitos están muy debilitadas, como en el caso de los conflictos armados, en que las resoluciones no se acaban cumpliendo. Entonces, ¿cómo podemos esperar que se cumplan las de una organización inferior en términos jerárquicos, que depende de Naciones Unidas? De todas maneras, a pesar de que pueda parecer pesimista, siempre acabo pensando que la fuerza de la gente, que está empezando a cambiar en muchos países por las catástrofes climáticas, en algún momento hará cambiar la manera de actuar de muchos de estos gobiernos.
No somos Tuvalu, pero estamos a medio camino
-A nivel individual, ¿podemos hacer algo o nos tenemos que centrar en exigir a los gobiernos que actúen?
-Se puede contribuir a disminuir el impacto sobre el medio, por ejemplo aplicando “las tres R” (reducir, reusar y reciclar). Pero, dicho esto, también hay que decir que se ha castigado demasiado el ciudadano concienciado y demasiado poco a las grandes empresas y las grandes multinacionales. Los grandes lobbies y grupos empresariales del petróleo acuñaron el término “huella ecológica” para llevar el foco de atención hacia el ciudadano, y este término se ha usado hasta la saciedad, incluso desde las políticas de izquierdas. Como ciudadanos y ciudadanas tenemos que seguir las voces expertas sobre lo que tenemos que hacer pero la solución a un problema como este se encuentra muy por encima de las personas e incluso, en algunos temas, también de un Estado por sí solo. El Estado español está empezando a sufrir mucho más de lo que sufrirán otros países porque nos encontramos en un punto que se calienta mucho más que el resto de Europa, y porque las políticas y los planes de mitigación y adaptación han sido absolutamente deficitarios hasta ahora. No somos Tuvalu, pero nos encontramos a medio camino, y necesitamos que la solución venga no solo de nuestro Estado sino también de los acuerdos tomados en el ámbito internacional. De todas maneras, se puede pensar que a nivel global no está mal que los impactos del cambio climático lleguen también a los países ricos, porque esto puede llevar a la acción.
-¿Los políticos y las administraciones os consultan sobre estos temas?
-En Cataluña y España funcionamos todavía de una manera anticuada, y siento decirlo pero hay que hablar claro. Aquí cuando el político tiene un conocido, o sabe, o le han dicho, que alguien es un experto o nosequé, coge el teléfono y ya tiene la opinión experta. Tendríamos que tender a funcionar mucho más objetivamente, como se hace en los países de larga tradición en investigación climática y mucho más avanzados que nosotros, es decir usando la mejor información posible en cada momento. Tenemos investigadores y grupos de investigación muy buenos que están muy poco aprovechados por nuestra clase política. Y los políticos, y sobre todo la ciudadanía, se merecen recibir la mejor información posible, incluso si hay que ir a buscarla fuera del país porque aquí no se ha invertido bastante, por desgracia, en esta área del conocimiento.
Intensidad y olvido
-¿Cambiará algo después de lo que ha pasado en Valencia? ¿Puede ser un punto de inflexión?
-Quisiera decir que sí, pero si tuviera que apostar dinero, diría claramente que no. Porque tenemos muy presente el ejemplo de la pandemia de la COVID-19, donde en teoría todos teníamos que aprender mucho, pero lo cierto es que muy pocas cosas han cambiado desde entonces. Para empezar, todavía no tenemos una Agencia Estatal de Epidemiología ni un sistema de previsión de pandemias que utilice las herramientas al alcance, porque la clase política ni entiende de eso ni cree en eso. Si volviéramos a encontrarnos en esa situación, volveríamos a tener los mismos problemas y carencias. Un acontecimiento como el de la dana de València sí que, como todos los fenómenos extremos, tiene un efecto mental muy intenso durante las primeras semanas y quizás meses, pero después se acaba olvidando. En este sentido, yo diría que no habrá cambios. A nivel general, más allá de los políticos, tampoco hay una percepción de la magnitud o de la gravedad de los acontecimientos, y vamos aprendiendo, por desgracia, a golpes y con la experiencia y el sufrimiento de mucha gente.
Marcar los límites
-¿Estamos en un punto de no retorno o todavía podemos frenar el cambio climático?
-Desde el ámbito científico entendemos mejor cómo se comporta el planeta, pero también esto nos lleva a ver que en muchos momentos importantes de la evolución de la vida en la Tierra, el papel del clima ha ido fundamental. En sentido positivo, porque sabemos que hace 600.000 años fue el detonante de la vida multicelular, gracias como mínimo al final del periodo conocido como Snowball Earth, donde la tierra dejó de estar helada, y al mismo tiempo, por el rol climático de un gran episodio de oxigenación de escala planetaria. Pero también en sentido negativo, hace menos tiempo, unos 250.000 años, en la transición entre el Pérmico y el Triásico, sabemos que la magnitud y la frecuencia de los acontecimientos de El Niño en el Pacífico tropical fueron del tal magnitud que condujeron a una gran extinción de especies y a una pérdida masiva de biodiversidad terrestre y marina. Y esto en condiciones de emisiones de entre 410 ppm y 860 ppm de CO₂. ¡Atención! ¡Estos valores ya los estamos considerando en las condiciones de cambio climático previstas para las próximas décadas! Esto nos tendría que hacer reflexionar.
-¿De qué manera nos puede ayudar la ciencia?
-A estas alturas estamos pudiendo diseñar cuáles son los escenarios climáticos “seguros” que determinadas variables planetarias no tienen que sobrepasar. Es lo que llaman safe pathways. De forma que nos estamos anticipando a lo que la clase política nos puede preguntar en los próximos años y hay un esfuerzo de investigación a escala internacional muy considerable en esta dirección. ¿Cuáles son los límites planetarios de emisiones? Si dejamos de emitir, ¿volverá el planeta a las condiciones anteriores? ¿O, según donde hayamos llegado, se dará una histéresis (la transición del clima hacia un nuevo estado de equilibrio, provocada por un factor que genera un cambio irreversible) hacia un mundo diferente? ¿Cuáles son los límites de deforestación en determinados lugares del planeta para que no haya un colapso de la biodiversidad o una transición de las selvas a sabanas? La captación de gases de efecto invernadero, ¿es posible como solución de escala planetaria? ¿Qué es lo que no tenemos que hacer o sobrepasar? Estamos generando un conocimiento inmenso que antes no teníamos. Hace diez o veinte años era imposible defender que esto se pudiera hacer y ahora lo estamos haciendo. Somos capaces de simular un planeta paralelo y de forzar este planeta de forma que entendamos mejor cómo se comporta. Por lo tanto, aunque vayamos como sociedad en una barca que se acerca a un salto de agua, sabemos también muy bien qué tiempo tenemos para bajar de la barca o qué tenemos que hacer para llevarla a un margen de forma que no suframos daños. Solo hay que decidirse a la acción.
Entrevista realizada por Yvette Moya-Angeler.