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Vacunas contra el ébola

07.10.2014

Las infecciones causadas por virus han tenido y tienen un enorme impacto sobre la salud humana. Si pensamos en la viruela y en el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), el lector identificará el segundo virus como un problema de salud mucho más importante actualmente que el primero. Esto es así gracias a la vacuna contra la viruela, que ha conseguido erradicar una de las enfermedades más mortíferas y devastadoras para el ser humano. Cuando la viruela asolaba Europa, el médico inglés Edward Jenner (1749-1823) se dio cuenta de que las mujeres que ordeñaban vacas y tenían lesiones en sus manos parecían estar protegidas contra la viruela. Las lesiones eran producidas por la viruela bovina, la cual resultó ser una vacuna eficaz contra la viruela humana (y de ahí el nombre de vacuna; del latín vacca). Disponemos de tratamiento antiviral sólo contra un reducido número de virus, aunque afortunadamente contamos con vacunas eficaces contra unos cuantos, y estas vacunas han hecho posible el control de enfermedades tan temibles como la poliomelitis o la fiebre amarilla.

El brote actual de ébola en África occidental representa la mayor epidemia de la historia causada por este virus. En esta epidemia ya se han producido más casos y más muertes que en todas las epidemias de ébola anteriores juntas. Esto refleja, por una parte, que nos enfrentamos a una epidemia de magnitud desconocida y, por otra parte, que habíamos conocido relativamente pocos casos de infección. Los más de 5.000 casos de la epidemia actual doblan los más de 2.000 casos descritos de infección por Ébola en todas las epidemias anteriores. Cifras preocupantes para una enfermedad tan grave y alarmante pero, también hay que decirlo, muy pequeñas en términos absolutos si las comparamos con los números de la malaria, el VIH o la tuberculosis.

Hay varios aspectos que contribuyen a que la epidemia actual no esté siendo controlada. Factores económicos, de estructura y desarrollo de las áreas afectadas, de aceptación y resistencia a la enfermedad por las comunidades, de apoyo insuficiente, del propio ser humano, etc. Otro factor importante es la falta de tratamientos o vacunas disponibles contra el virus del ébola.

A pesar de que un tratamiento efectivo representa la herramienta de elección contra esta epidemia, disponer de una vacuna contra una enfermedad tan severa como el ébola es lógicamente deseable y de gran interés.

¿Cuál es la necesidad de una vacuna contra Ébola y quiénes necesitarían vacunarse?

Probablemente el personal sanitario que está o puede estar en contacto con personas infectadas en los países africanos afectados sería el grupo más importante a vacunar en este momento. Hay que pensar que en los países afectados la infraestructura sanitaria es con frecuencia débil, el número de médicos y otros sanitarios escaso y el número de pacientes a los que atender muy elevado (no sólo por el ébola sino por otras muchas enfermedades). Un número importante de sanitarios (más de 200) en los países afectados ya se ha contagiado y fallecido (más de 100). Esto tiene unas consecuencias desastrosas. Hay todavía menos personal para atender a los nuevos enfermos de ébola y menos también para ocuparse de los otros programas de enfermedades infecciosas y sus enfermos. Esto último, unido al hecho de que la población tiene miedo y puede no acudir al hospital, puede hacer que la mortalidad por otras infecciones que no son el ébola aumente, quizá de manera importante.

Además, en el contexto de la actual epidemia, una vacuna podría ser útil para frenar el avance del virus. En un área con una elevada concentración de casos, vacunar a la población residente en las zonas periféricas de esta área podría contribuir a contener la expansión.

Por último, investigadores que trabajan habitualmente con el virus vivo serían también candidatos para la vacunación. Hay que decir que virus como el ébola sólo son manipulados en laboratorios de nivel de bioseguridad 4 (el máximo nivel) y bajo protocolos de trabajo extremadamente estrictos. Sin embargo, los errores humanos y accidentes son posibles, por lo que este grupo seguramente también se beneficiaría de una vacuna contra el ébola.

¿Qué vacunas se han investigado y en qué fase de desarrollo están?

La investigación en vacunas para el ébola no es nueva y se viene llevando a cabo desde los años 80. Diversos candidatos vacunales se han ido probando desde entonces, incluyendo vacunas inactivadas (virus "muertos"), vacunas ADN (inyección de plásmidos que expresan proteínas del virus), virus-like particles ("pseudovirus" que exponen proteínas del virus pero que no se multiplican e nuestro organismo) o vacunas basadas en vectores (utilizan otros virus modificados genéticamente para expresar o exponer proteínas del ébola). Se han utilizado vectores como los adenovirus, el virus vaccinia, el virus paranfluenza o el virus de la estomatitis vesicular. El concepto es, simplificando mucho, similar a todos ellos: se inyectan elementos que consiguen que nuestro cuerpo desarrolle una respuesta inmune contra proteínas del virus. De esta forma, ante una exposición al virus, nuestro organismo puede bloquearlo porque ya cuenta con anticuerpos y/o otros mecanismos inmunes contra el ébola.

De todos los candidatos vacunales que se han desarrollado y probado en modelos animales, dos de ellos destacan por sus resultados y fase de desarrollo: las vacunas basadas en adenovirus (Adv) y la vacuna basada en el virus de la estomatitis vesicular (VSV). Las vacunas se están desarrollando gracias a esfuerzos conjuntos entre empresas farmacéuticas (GlaxoSmithKline, Johnson & Johnson y NewLinkGenetics) y organismos públicos (el Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas estadounidense y la Agencia de Salud Pública canadiense). Al menos desde una perspectiva externa, esta colaboración público-privada no debería ser una sorpresa, ya que el virus del ébola no causa un suficiente número de casos cada año como para garantizar el interés económico de una empresa privada ni muchos organismos públicos tienen la infraestructura necesaria para desarrollar comercialmente una vacuna.

Las vacunas basadas en adenovirus tienen el inconveniente de que una parte importante de la población ya ha estado expuesta a estos virus (son causa frecuente de infecciones respiratorias y gastrointestinales, entre otras). Por tanto, un individuo que ya ha pasado una infección por adenovirus tiene probablemente anticuerpos que bloquearían la vacuna contra Ébola basada en estos virus. Esta limitación ha sido, al menos teóricamente, superada utilizando adenovirus de chimpancé contra los cuales los seres humanos no deberíamos presentar anticuerpos. La vacuna basada en adenovirus de chimpancé es probablemente la más avanzada y se encuentra en estudios de fase 1 (donde se evalúa que sea segura y produzca respuesta inmune en voluntarios sanos). Recientemente se ha publicado que esta vacuna protege a monos durante al menos 10 meses, si bien esta protección necesita de dos dosis de vacunas diferentes.

La vacuna basada en VSV parece estar lista para ensayos de fase 1, al haber recibido la autorización correspondiente de la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA, agencia estadounidense que regula los medicamentos y vacunas). Esta vacuna tiene el inconveniente teórico de basarse en un virus vivo atenuado que potencialmente podría causar infección en el ser humano, aunque las infecciones por el VSV son raras y generalmente leves. Sin embargo, ha sido extensamente testada en el modelo animal del mono con excelentes resultados bajo diferentes condiciones y ha demostrado ser capaz de ofrecer protección post-exposición, es decir, parece ser capaz de prevenir la enfermedad por ébola cuando la vacuna es administrada incluso después de infectarse (eso sí, muy poco tiempo después). Ha sido administrada incluso a un investigador tras sufrir un accidente de laboratorio con una jeringuilla con ébola. El investigador no desarrolló la enfermedad, si bien este dato es insuficiente para sugerir la efectividad de la vacuna (porque no podemos saber si hubiera enfermado en caso de no recibir la vacuna).

En conclusión, podemos decir que la preocupante e insólita epidemia de ébola en África occidental probablemente contribuya a impulsar el desarrollo de terapias y vacunas contra esta enfermedad. Disponer de estas herramientas para combatir el virus es algo deseable y necesario. Pero no debe hacernos olvidar que el esfuerzo diario del personal sanitario en la zona, que aplica medidas de contención y aislamiento eficaces es lo que seguramente logrará poner fin a esta epidemia.

 

Mikel Martínez, microbiólogo del Hospital Clínic i Provincial de Barcelona, profesor asociado médico de la Universidad de Barcelona e investigador del Instituto de Salud Global de Barcelona.

Artículo publicado previamente en El Mundo (01/10/2014)