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Tuberculosis: las consecuencias de un fracaso colectivo

23.3.2013

Este domingo es el Día Mundial de la Tuberculosis. Un día que nos recuerda la obligación de enmendar un fracaso colectivo.

Después de convivir con la enfermedad miles de años, desde finales del siglo XIX los avances se sucedieron con rapidez. Tras identificar el bacilo de Koch, en 1921 teníamos la primera vacuna, la BCG, y apenas 30 años después contábamos con un tratamiento eficaz.

En una generación y media teníamos a nuestro alcance el control y erradicación de la TB. Pero renunciamos a ello y hoy, tras la aparición del VIH/Sida y de potentes resistencias a los tratamientos, tenemos una pandemia mundial con 8,7 millones de nuevos casos cada año.

El coste de esta renuncia ha sido y es insostenible porque cada año mueren 1,4 millones de personas y ya no contamos con las herramientas de salud necesarias para su control. De alguna manera, hemos vuelto al principio: necesitamos nuevos tratamientos, vacunas y sistemas de diagnóstico. Y mucho dinero. Según el Informe 2012 sobre tendencias de financiación de la investigación en Tuberculosis 2005-2011, existe una brecha de 1.300 millones de dólares al año.

Gracias a los esfuerzos internacionales, hemos empezado a enmendar el error y por primera vez en 50 años, se ha aprobado un nuevo tratamiento, Bedaquilina; un nuevo sistema de diagnóstico aprobado por la Organización Mundial de la Salud; y un ensayo de Fase IIb de vacuna que pese a no haber obtenido los resultados esperados, ha conseguido información muy valiosa.

La investigación y desarrollo (I+D) vuelve a estar en el centro de la respuesta a la TB. Pero debe sumarse el compromiso político, porque si algo nos ha enseñado nuestra historia con la TB es que los problemas de salud pública no se pueden posponer y que hacerlo supone acabar pagándolo muy caro.

No volvamos a tropezar con la misma piedra.