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Beneficios de la dieta mediterránea en la salud mental y la depresión

10.10.2024
dieta mediterranea
Foto: Canva

Lo que comemos y cuándo lo comemos puede tener un impacto profundo en nuestro bienestar mental. Comer mejor puede ser una forma de prevenir la depresión.

 

Lo que comemos y cuándo lo comemos puede tener un impacto profundo en nuestro bienestar mental. Por eso hemos puesto en marcha un proyecto que investiga los efectos de nuestros hábitos dietéticos y de sueño en el desarrollo de la depresión. Por ahora, los resultados de un primer estudio refuerzan la idea que mejorar la dieta puede ser una estrategia eficaz, accesible y económica de prevenir la depresión. Aunque faltan más estudios, sería, pues, importante que las políticas de salud pública y los servicios clínicos ayudaran a que nos alimentemos de forma saludable. Pero vayamos por pasos.

¿Qué papel puede tener la dieta en nuestra salud mental?

La conexión entre la dieta y la depresión es compleja y multifacética. Entre las posibles explicaciones biológicas de por qué una dieta de baja calidad puede contribuir al desarrollo de la depresión se encuentra el aumento de la inflamación, del estrés oxidativo y la alteración del eje microbiota-intestino-cerebro. Estudios recientes sugieren que las personas que siguen patrones dietéticos más saludables, como la dieta mediterránea –rica en frutas y verduras, alimentos de origen vegetal, pescado–, pueden tener un menor riesgo de desarrollar depresión. Sin embargo, muchos de estos estudios han sido limitados a la hora de establecer una relación causa-efecto entre dieta y depresión. Por esta razón, mi proyecto de tesis doctoral busca explorar la relación entre la dieta como factor de riesgo y la depresión a lo largo del tiempo, utilizando grandes cohortes de población adulta.

Seguir una dieta mediterránea puede disminuir el riesgo de depresión

En nuestro primer estudio publicado en el European Journal of Nutrition, hemos examinado la relación entre la calidad de la dieta y la incidencia de depresión en la cohorte REGICOR, que incluye aproximadamente a 4.000 personas adultas de la provincia de Girona, en España. Utilizamos cuestionarios de frecuencia de consumo de más de 150 alimentos para calcular diferentes índices de calidad de dieta, incluyendo de adherencia a la dieta mediterránea, la dieta DASH (recomendada en caso de hipertensión) o el índice de dieta saludable de la OMS (HDI-2015). Hemos encontrado que después de seis años de seguimiento, los participantes con mayor adherencia a la dieta mediterránea tenían un 16 % menos de riesgo de desarrollar síntomas depresivos. Además, aquellos que seguían las recomendaciones dietéticas de la OMS presentaron un 19 % menos de riesgo de depresión clínica tras 12 años de seguimiento. Al tener en cuenta los factores sociodemográficos (edad, sexo, educación, etc.) y clínicos (índice de masa corporal y enfermedades cardiovasculares previas), los resultados no se vieron afectados, lo que nos lleva a concluir que esta relación existe a pesar de ellos.

Hemos encontrado que después de seis años de seguimiento, los participantes con mayor adherencia a la dieta mediterránea tenían un 16 % menos de riesgo de desarrollar síntomas depresivos

Próximos pasos: cómo influyen los hábitos del sueño y el tipo de dieta en la depresión

El siguiente paso en nuestro proyecto será analizar en detalle la contribución de cada grupo de alimentos (fruta, verdura, legumbres, carne, leche, bebidas azucaradas, productos ultraprocesados) o nutrientes (ácidos grasos omega 3, fibra, calcio, sodio) a la carga de enfermedad. Se llevará a cabo dentro del marco de la iniciativa GLAD liderada por investigadores de la Universidad de Deakin en Australia, en colaboración con investigadores del Global Burden of Disease. Para ello, usaremos datos de la cohorte NutriNet-Santé en Francia, con una muestra de más de 40.000 personas y datos muy detallados sobre hábitos alimenticios de alta calidad. Además, también investigaremos cómo ciertos patrones alimentarios que alteran nuestros ritmos circadianos naturales, como comer tarde en la noche o saltarse comidas, pueden afectar nuestra salud mental. Aunque existe cierta evidencia de que las personas que trabajan en turnos nocturnos (que a menudo experimentan alteraciones circadianas) tienen mayor riesgo de depresión, sabemos menos sobre cómo los patrones alimentarios diarios pueden influir en la salud mental. También tendremos en cuenta otros factores relacionados, como la calidad del sueño y el cronotipo individual (si eres una “persona mañanera” o “nocturna”).

La salud mental precisa de reflexión y acciones colectivas

Si bien la dieta y el sueño son dos hábitos que nos caracterizan como individuos, no los solemos relacionar directamente con nuestra salud mental. No obstante, es clave recordar que la depresión tiene causas estructurales y sistémicas, por lo que atribuir la enfermedad a los comportamientos individuales de las personas es incorrecto y estigmatizante. Factores como la precariedad, el trabajo o los cuidados en general intervienen en nuestra rutina diaria y solemos adaptar nuestros hábitos a ellos, muchas veces sin tener control sobre estos. Por ello, la responsabilidad de abordar adecuadamente esta patología y sus causas recae en decisiones y acciones colectivas que involucren políticas de salud pública y servicios clínicos, con el objetivo de promover y facilitar que nos alimentemos de forma saludable.

¡Sigue atenta para más actualizaciones sobre este importante trabajo!