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Ser mujer en el epicentro del ébola

08.3.2015

[Esta entrada ha sido escrita por Clara Menéndez y Anna Lucas, directora y coordinadora, respectivamente, de la Iniciativa de Salud Materna, Infantil y Reproductiva de ISGlobal]

"El rol que la mujer desempeña en las sociedades del África Occidental la ha situado en primera línea de contagio"La evidencia científica nos dice que el virus del Ébola no discrimina entre hombres y mujeres, sino que afecta a todos por igual. Pese a ello, el impacto negativo que la epidemia de ébola está teniendo en la salud de las mujeres es mayor que en la de los hombres. Hoy, Día Internacional de la Mujer, no podemos dejar de llamar la atención sobre esta cuestión y señalar las principales causas.

Además de las amenazas que habitualmente se ciernen sobre la salud de las mujeres y adolescentes más vulnerables en los países en desarrollo, especialmente debido a las condiciones en que acceden a los servicios de salud materna y reproductiva (barreras socioculturales, económicas y físicas, déficit de calidad en la atención, etc.), en la región de África Occidental más afectada por el brote de ébola el riesgo no ha hecho más que aumentar. Sierra Leona, Liberia y Guinea Conakry, el epicentro de la epidemia, han visto cómo una gran parte de centros de salud cerraban y en los que continuaron funcionando, el personal sanitario, muy mermado y desbordado por la situación, se negaba muchas veces a atender a las mujeres embarazadas. Esto se debe, principalmente, a la falta de protocolos claros y al miedo al contagio, especialmente ante la hemorragia obstétrica, una de las  principales causas de muerte materna. Este escenario, ante unas estimaciones que apuntan a que en 2015 se producirán alrededor de 1,3 millones de embarazos en la región, pone en grave riesgo a este grupo de población.

La crisis del ébola ha borrado en poco tiempo los avances en salud materna y reproductiva que con tantos esfuerzos la comunidad internacional y los propios países afectados habían logrado Por otro lado, el rol que la mujer desempeña en las sociedades del África Occidental la ha situado en primera línea de contagio. Tradicionalmente, las mujeres son las principales proveedoras de cuidados en el ámbito doméstico, pero también en el comunitario. Las mujeres se ocupan de proveer los cuidados a sus familiares, a los enfermos ingresados en los centros de salud, y son las principales responsables de realizar las prácticas funerarias propias de las zonas afectadas, que incluyen el lavado de los cadáveres. Estas circunstancias, ante un virus que se propaga mediante la transmisión de persona a persona, ya sea por contacto directo (con órganos, sangre, secreciones u otros líquidos corporales de personas infectadas) o por contacto indirecto con materiales contaminados por dichos líquidos, ha aumentado más aún el riesgo de las mujeres de exposición al virus. Además en  contextos donde el estatus inferior de la mujer es una realidad tan patente, donde la violencia de género o el matrimonio infantil son prácticas extendidas y las mujeres disponen de escasa capacidad de negociar la abstinencia o prácticas sexuales seguras, la posibilidad de transmisión del ébola por vía sexual es otro riesgo añadido.

La crisis del ébola ha borrado, en poco tiempo, los avances en salud materna y reproductiva que con tantos esfuerzos la comunidad internacional y los propios países afectados habían logrado. Logros como que la mitad de los partos –el momento de mayor riesgo para las mujeres- fueran atendidos por profesionales de salud capacitados y que un tercio de las mujeres pudieran acceder a información y a métodos anticonceptivos que les permitan evitar o espaciar los embarazos. Ahora, sin atención obstétrica de emergencia, ni servicios de planificación familiar y con los programas de inmunización interrumpidos, constatamos que la crisis del ébola supone un retroceso en los logros de más de una década para la salud de las mujeres de estos países. Además,  el colapso actual de los sistemas de salud de los tres países ha diezmado los recursos humanos y materiales disponibles para atender otras enfermedades prevenibles como la neumonía o la diarrea y otras enfermedades infecciosas muy prevalentes en la región, como la malaria –que sigue siendo la causa más común de enfermedad y muerte- lo que se traducirá en una tasa de mortalidad indirecta mucho mayor que la causada por el ébola.

"Concentrar los esfuerzos en abordar las causas que han posibilitado que la epidemia adquiera rápidamente dimensiones tan devastadoras es prioritario" ¿Cómo evitar que esta situación se repita en el futuro? Más allá de la crisis actual, concentrar los esfuerzos en abordar las causas que han posibilitado que la epidemia adquiera rápidamente dimensiones tan devastadoras es prioritario. Atajar el problema de unos sistemas de salud frágiles que perviven en estados que no proporcionan a sus ciudadanos las necesidades más básicas para su subsistencia debería ser lo primero. Invertir en sistemas de salud más sólidos y eficientes (desde infraestructuras, equipamientos, insumos y personal sanitario, a mejoras en sus sistemas de información, financiación y gobernanza) que a medio plazo garanticen los cuidados básicos de salud de mujeres y niños, y de la población general, es una cuestión de salud pública global. En un momento en el que la comunidad internacional se replantea los objetivos de desarrollo de los próximos años, priorizar esta cuestión en la agenda de desarrollo es un imperativo ético para acabar con las muertes evitables de mujeres y niños en futuras crisis.