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Por qué es necesaria una estrategia global de protección social en salud

02.9.2013

La semana pasada me pidieron que expusiera mis ideas sobre una estrategia global de protección social en salud en ISGlobal. Pues aquí está un resumen de las mismas.

Una estrategia global de protección social en salud no sustituiría los planes de protección social nacionales de los países participantes. Esta estrategia ampliaría y respaldaría dichos planes, con un mínimo esfuerzo nacional y subsidios cruzados acordados entre los países.

Uno de los acuerdos podría ser que los países de renta baja como Mozambique tuvieran que tener unos ingresos públicos de al menos el 20% de la actividad económica del país (producto interior bruto, PIB). Hoy día, los ingresos públicos de Mozambique ya se encuentran en el 22% del PIB, pero hasta hace poco, el porcentaje era menor y la mayoría de países de renta baja continúan por debajo de este umbral (véase el siguiente enlace, página 98). El PIB de Mozambique se está acercando a los 500 USD por persona al año (véase el siguiente enlace, página 91). Por lo tanto, el presupuesto teórico —excluyendo déficits y subvenciones— es de 100 USD por persona al año. Si el acuerdo internacional también estipulara que el 15% del presupuesto se debe asignar a la protección social en salud, supondría un presupuesto de 15 USD por persona al año.

Este presupuesto, 15 USD por persona al año, no es suficiente para financiar un nivel mínimo de asistencia sanitaria o cobertura sanitaria universal. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la cobertura sanitaria universal supone al menos 60 USD por persona al año (véase el siguiente enlace, página xii). Por lo tanto, existe una diferencia de 45 USD por persona al año. La otra parte del acuerdo internacional sería que la comunidad internacional cubriera dicha diferencia. Según mis cálculos, esto costaría unos 40.000 millones de USD al año (para todos los países de renta baja), o el equivalente al 0,1% del PIB conjunto de todos los países de renta alta. España, por ejemplo, tendría que aportar 30 USD por persona al año.

El objetivo de esta estrategia global de protección social es que se mantenga, que perdure. Con el tiempo, los porcentajes y cantidades se reajustarían, y la red de donantes y receptores de los subsidios cruzados cambiaría. Esta sería la principal diferencia con la actual «ayuda al desarrollo»: los subsidios cruzados serían más fiables a la larga que la ayuda al desarrollo y, por lo tanto, más fáciles de integrar en planificaciones a largo plazo. Además, bajo esta estrategia no habría «donantes»  y «receptores» de ayuda, únicamente habría participantes, y ser un participante acarrearía tanto derechos como obligaciones.

Pero ¿por qué participarían España o Bélgica (de dónde yo soy) o cualquier otro país en una estrategia así? ¿Únicamente porque, algún día, podrían convertirse en receptores de la red?

Mi argumento principal es que la salud es un derecho del ser humano, y eso implica una serie deberes por parte de la humanidad. Obviamente, el gobierno nacional es el primero que tiene que cargar con sus deberes hacia sus habitantes, tal y como confirma la estrategia que propongo; pero el siguiente en la lista es la comunidad internacional. Por lo tanto, necesitamos una estrategia que regule cuál es el punto de unión de dichos deberes.

Sin embargo, estoy convencido de que también se trata de una cuestión de egoísmo inteligente. La humanidad se está haciendo cada vez más interdependiente, más allá de las fronteras de los estados. En una economía mundial integrada, a los países más ricos les resulta difícil mantener sus niveles de protección social actuales, puesto que las inversiones y la actividad económica se trasladan a lugares donde la producción es más barata. Hasta cierto punto, esto reducirá las desigualdades entre países, pero el descenso de los estándares de protección social empieza a formar parte de las estrategias competitivas de los estados y a la larga, la gente corriente de todas partes lo sufrirá. Para evitarlo, se necesitan acuerdos internacionales sobre umbrales mínimos, y me resulta imposible imaginármelos sin subsidios cruzados: no podemos convencer a las economías emergentes de que amplíen la protección social únicamente para proteger a los habitantes de países más ricos si no hay predisposición para compartir una modesta parte de los ingresos más allá de las fronteras.

Además, no puedo imaginar una política medioambiental global —que es algo que todos los estados necesitan— sin que haya una política social global. Los países más ricos tendrán que reducir considerablemente sus emisiones de gases de efecto invernadero, y esto implicará normas más estrictas para las plantas de producción. Pero si estas plantas simplemente se trasladan a países de renta baja —para exportar desde ahí al resto del mundo— no se resuelve nada. ¿Y cómo podemos convencer a los países de renta baja de que no dejen entrar a los grandes contaminadores, si necesitan desesperadamente más actividad económica para aumentar los ingresos públicos, para conseguir el derecho a la salud (y otros derechos sociales)? Esto requerirá una política social global, incluyendo subsidios cruzados.