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Los programas sociales salvan vidas… y podrían salvar muchas más

23.5.2024
Bolsa Familia Brasil
Foto: Matheus Britto / Prefeitura Municipal do Jaboatao dos Guararapes

La epidemiología social global analiza cómo las crisis actuales afectan a la salud de los más vulnerables y qué programas sociales pueden ser más útiles.

 

Vivimos en un mundo que ha de encarar múltiples crisis simultáneas: las secuelas de la pandemia de COVID-19, los conflictos internacionales, la inestabilidad económica o el cambio climático. Y esta compleja conjunción de crisis la están pagando ya los más pobres, que ven cómo sus carencias se agravan y su salud empeora, y que pueden incluso llegar a morir víctimas de esta desprotección.

No es nuevo que las circunstancias en las que una persona nace y vive resultan decisivas para su salud, pero faltaban estudios que estimaran el impacto preciso de estos determinantes sociales, especialmente en épocas de recesión. Y se hacían necesarios también trabajos que evaluaran qué políticas destinadas a mitigar la pobreza resultan más efectivas a la hora de mejorar los índices de salud. A ambas cosas se dedica desde 2020 el grupo de Evaluación de Impacto en la Salud de ISGlobal liderado por Davide Rasella, y ahora también la recién creada Red de Epidemiología Social Global que el propio grupo impulsa.

Aprender del pasado: Brasil

Los análisis del equipo de Rasella cuantifican las consecuencias sanitarias de las recesiones económicas y las ventajas de los programas de mitigación de la pobreza justamente en esos momentos tan delicados en los que se tiende a retirarlos en favor de medidas de austeridad. Han calculado, por ejemplo, que las llamadas transferencias monetarias condicionadas, por las que se entrega dinero a familias de ingresos bajos a condición de que sus hijos vayan a la escuela o acudan a las revisiones médicas, han evitado más de 700.000 muertes infantiles en México, Brasil y Ecuador en los últimos 20 años. O que, en las dos últimas décadas, la atención primaria sanitaria ha logrado salvar la vida de más de 300.000 niños en 4 países latinoamericanos.

Del mismo modo, el efecto combinado de dos grandes programas nacionales en Brasil (las transferencias monetarias condicionadas más las pensiones sociales) han llevado en los últimos años a una reducción de entre un 13% y un 16% en las tasas de mortalidad infantil. Y, si además se tiene en cuenta la implantación de la atención sanitaria primaria en Brasil, los resultados de un cuarto estudio señalan que la combinación de estas tres intervenciones evitó 1,46 millones de muertes entre 2004 y 2019, especialmente entre niños menores de cinco años y adultos mayores de 70.

Programas sociales que transforman vidas

Los datos se van acumulando y confirman que mejorar las condiciones en que viven las personas resulta una manera muy eficaz de luchar contra las enfermedades y la muerte. Las transferencias de efectivo permiten a las familias comprar más alimentos y de mejor calidad, adquirir productos de higiene y medicamentos, mejorar su vivienda y que sus miembros no se vean obligados a trabajar si están enfermos. Además, mejoran la salud porque están vinculadas a que se cumplan ciertos requisitos sanitarios y educativos.

Con enfermedades como el VIH/sida o la tuberculosis ocurre algo parecido a lo observado con la mortalidad infantil. Un estudio reciente demostró que el programa brasileño de transferencias monetarias Bolsa Familia había reducido en más de la mitad el número de nuevos casos y muertes por VIH/sida entre los más pobres. Y otro trabajo encontró igualmente un efecto positivo de Bolsa Familia en la incidencia y la mortalidad de la tuberculosis. En ambos estudios, cuanto más pobre era el beneficiario, mayor era el efecto del programa en la reducción de la incidencia y la mortalidad de la enfermedad.

Brasil ha sido un excelente campo de estudio porque ha desarrollado una de las mayores estrategias de asistencia social de las últimas décadas, pero en América Latina funcionan una treintena de programas de transferencias monetarias condicionadas que ofrecen grandes posibilidades para mitigar el impacto sanitario de la actual policrisis.

Una nueva rama de la epidemiología social

Si la epidemiología social es la rama de la epidemiología que estudia los efectos de los determinantes sociales de la salud y las desigualdades sanitarias, la epidemiología social global que promueven Rasella y su equipo aspira a abordarlos teniendo en cuenta el contexto de nuestro mundo globalizado.

Han impulsado una Red Global de Epidemiología Social (GSEN, por sus siglas en inglés) y han creado una gran base de datos que fusiona información de distintos niveles y fuentes. Abarca 72 millones de personas y 189 países a lo largo de más de cuarenta años (1990-2022). Combinando sus cientos de variables demográficas, socioeconómicas y sanitarias, la GSE se ha propuesto analizar con detalle el efecto tanto de las crisis económicas como de la protección social.

Datos que ayudan a tomar decisiones

Uno de sus primeros estudios publicados, en diciembre de 2023, halló que un aumento del 1% en la cobertura total de los programas de protección social y laboral se asoció con una reducción del 0,19% en las tasas de suicidio, sobre todo entre los más jóvenes (10-24 años). Ampliar estos programas sería, pues, una buena estrategia para atajar el suicidio en los países de ingresos bajos y medios en tiempos de múltiples crisis mundiales.

En definitiva, lo que quieren todos estos trabajos es comprender qué ha resultado eficaz en el pasado, para prever escenarios y evaluar las intervenciones que podrían funcionar mejor en el presente y en el futuro. Ya se sabía que la pobreza, la falta de educación y las desigualdades sociales afectan a la salud, pero ahora se trata de proponer soluciones y de cerrar la brecha entre la investigación y la política para que quienes toman decisiones dispongan de la información necesaria. Esto es importante, porque son quienes tienen la capacidad de incidir en la salud de millones de personas.