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Los espacios públicos y la salud en la ciudad pospandemia

30.12.2020
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Foto: Mònica Moreno / Ayuntamiento de Barcelona - Vista de la plaza de Sant Miquel de Barcelona con zonas verdes y espacio donde se puede jugar.

 

Este artículo se ha publicado originalmente en catalán en el boletín 'Espai Salut' de la Diputación de Barcelona

[Jordi Honey-Rosés es profesor asociado en la Escuela de Planificación Comunitaria y Regional de la Universidad de British Columbia e investigador visitante en el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) en 2020]

 

La COVID-19 ha creado nuevos interrogantes sobre cómo serán las ciudades del futuro. Arquitectos, urbanistas y ciudadanos están discutiendo cómo evolucionarán las ciudades y el espacio público a causa de la pandemia. Hace menos de un año que las restricciones inéditas en el uso del espacio público fueron una medida clave para reducir la transmisión del nuevo coronavirus (SAR-CoV-2). Ahora se quiere evitar el confinamiento total y se buscan medidas alternativas para asegurar el funcionamiento de la ciudad con distanciamiento y protección suficientes. En este sentido, el diseño urbano y los cambios en el espacio público pueden tener un papel central.

Ante este nuevo reto se han abierto una serie de preguntas para el futuro de las ciudades: ¿Habrá una huida masiva de residentes que dejarán las grandes ciudades en favor de otras medianas o de pueblos? ¿Los cambios visibles en el espacio público que hemos visto hasta ahora serán permanentes o temporales? ¿Los peatones y ciclistas ganarán espacio público como resultado de la pandemia? ¿Qué otros cambios de uso o hábitos en el espacio público podremos ver en el futuro como consecuencia de la pandemia?

Todavía es pronto para tener respuestas definitivas aunque el contraste de experiencias en ciudades de todo el mundo nos da algunas pistas. De momento, hay más interrogantes que respuestas, pero tenemos la certeza de que las respuestas a estas preguntas definirán la ciudad pospandemia.

 

 

La pregunta estrella es si tendrá lugar un éxodo desde las grandes ciudades, ya sea para evitar aglomeraciones por razones de salud o simplemente por considerar que se puede disfrutar de mejor calidad de vida en las ciudades periféricas o en los pueblos. El teletrabajo crea nuevos inconvenientes en espacios pequeños (pero bien ubicados) y nuevas oportunidades en espacios más distantes (pero más grandes). Incluso hay quien augura un nuevo movimiento neorrural, con la reanimación de pueblos pequeños hasta ahora despoblados.

Si bien se ha hablado mucho de este tema, a día de hoy aún no se ha materializado una huida masiva de las ciudades, y los datos lo demuestran. También, la experiencia del pasado nos dice que, en periodos de estancamiento económico, normalmente se reducen los cambios de vivienda. Quizá muchas personas quieran cambiarse de casa, pero la realidad económica y laboral no les permite este lujo. El urbanista Richard Florida argumenta que el perfil demográfico de las ciudades podría cambiar porque quizá sí se vayan quienes puedan permitírselo pero las ciudades seguirán atrayendo a la población más joven. En un escenario como este, no se darían grandes fluctuaciones en el número total de habitantes pero sí un cambio de perfil.

Hasta ahora hemos visto modificaciones temporales de espacios públicos como resultado de la pandemia: ampliación de aceras, pacificación de calles o modificaciones en el funcionamiento del mercado del pueblo. Durante la emergencia de la pandemia, centenares de ciudades como Boston, Londres, Portland y Vancouver reconfiguraron sus calles para acomodar más ciclistas y peatones. Se ganó espacio nuevo quitándoselo a los coches, tanto en áreas transitables como en zonas de aparcamiento. Esta tendencia no se ha limitado solo a ciudades grandes sino también a las medianas.

Centenares de ciudades como Boston, Londres, Portland y Vancouver reconfiguraron sus calles para acomodar más ciclistas y peatones

En general, los y las urbanistas ven con buenos ojos estas acciones que favorecen a los peatones y ciclistas. Las voces más optimistas argumentan que la pandemia está acelerando la transformación de las ciudades para que sean más verdes y sostenibles. Milán fue la primera que anunció que las transformaciones llevadas a cabo durante la pandemia serían permanentes, como la ampliación de aceras y 35 km nuevos de carriles bici. De hecho, muchas ciudades sacan pecho por haber impulsado planes ambiciosos, pero realmente, ¿han sido tan visionarias? ¿Qué ciudades han aprovechado de verdad la pandemia para cambiar?

 

Personas paseando por la calle de Creu Coberta de Barcelona aprovechando la iniciativa "Abrimos calles". Foto: Laura Guerrero / Ayuntamiento de Barcelona.

 

Se puede consultar y comparar las acciones poscovid de ciudades de todo el mundo en diferentes bases de datos, entre las que destacan el Shifting Streets Covid-19 mobility data set y la base de datos creada por el urbanista Mike Lydon. Así podemos ver que ciudades como Cali (Colombia), Lima (Perú), Lisboa (Portugal) y Auckland (Nueva Zelanda) han sido más ambiciosas que, por ejemplo, Barcelona a la hora de crear nuevos kilómetros de carril bici en respuesta a la pandemia.

Más que nunca, en los próximos años tendremos que estudiar el uso del espacio público. Durante el primer pico de la pandemia algunos observamos que las calles estaban más masculinizadas. También vimos que las personas más vulnerables se veían obligadas a seguir trabajando y usando el transporte público, mientras que las más acomodadas podían huir de la ciudad y disfrutar de las áreas verdes. Serán necesarios trabajos específicos para ciudades, barrios y plazas a fin de conocer las nuevas dinámicas de uso de los espacios públicos. También habrá que asegurarse de que los datos se analizan por, como mínimo, edad y género.

Las voces más optimistas argumentan que la pandemia está acelerando la transformación de las ciudades para que sean más verdes y sostenibles

Ya empiezan a ver la luz muchos estudios que usan datos GPS de dispositivos móviles para conocer las nuevas dinámicas de movimiento pospandemia. Pero estos trabajos se limitan a contar la presencia o ausencia de personas y no explican qué hacen ni quiénes son. Así que no podemos olvidar la observación in situ como herramienta para conocer el perfil de las personas por edad, género y lugar de origen. La observación in situ también permitirá descifrar si hay cambios en el uso de ese espacio o bien cambios en el comportamiento en el espacio público.

En las circunstancias actuales, cuando salimos de casa prestamos más atención a cuántas personas hay en las calles o plazas. Cada uno tiene su propia intuición de cuantas personas son “demasiadas” y de cuándo hay que evitar algún lugar. En los años ochenta, el urbanista William Whyte propuso que todo espacio público tiene una “capacidad de carga” o un número máximo de personas a partir del cual uno ya no se siente cómodo. Llegó a esta conclusión después de muchos años observando espacios públicos en Nueva York. Es probable que la pandemia esté modificando nuestra intuición sobre esta capacidad de carga en espacios públicos. Esto implica que los urbanistas y gestores de las ciudades deberemos tratar de crear nuevos espacios de calma para dar respuesta a esta nueva demanda, pero también porque los espacios de calma o refugios urbanos aportan mejoras en la salud.