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Entrevista a Antoni Plasència, exdirector de ISGlobal

23.1.2024
Entrevista Toni Plasencia (2)

En sus últimos días como director de ISGlobal, Antoni Plasencia nos concedió una entrevista en la que compartió sus experiencias profesionales.

 

La semana antes de Navidad se veían cajas de mudanza en el despacho de Antoni Plasència. Eran sus últimos días como director de ISGlobal, después de haber anunciado en junio que dejaba el cargo. Tenía la agenda apretada, pero accedió a recibirnos para esta entrevista. Queríamos saber cómo se sentía en el momento de hacerse efectivo el relevo y de encarar una nueva etapa, y también que hiciera balance de su paso por lo que él denomina “el ecosistema ISGlobal”. En total, nueve años muy intensos dirigiendo la institución, como nos dijo con los ojos brillantes.

 

-Ahora sí que ha llegado el momento. ¿Cómo te sientes?

-Sobre todo, aliviado: la etapa de poner en marcha esta institución y de consolidarla ha dado unos frutos en conjunto satisfactorios, y además he podido contribuir a impulsar el proceso de selección, nuevo y robusto, de un nuevo director. Ahora empezaré una nueva etapa, para dedicar lo que me queda de vida profesional a proyectos seguramente más focalizados y científico-técnicos, y a apoyar a algunos activos importantes que tiene ISGlobal.

-Estos proyectos son con ISGlobal, ¿entonces?

-Sí, en colaboración con otras instituciones, claro. ISGlobal es una organización que se ha ganado una sólida reputación, y en la que muchas personas querrían trabajar. Tiene una orientación, como yo digo, de “ciencia con corazón”. Algunas de las cosas a las cuales espero contribuir pasan por potenciar estas capacidades de ISGlobal, a nivel glocal, incluyendo también mis vínculos actuales con el hospital Clínic de Barcelona y la Universidad de Barcelona.

-¿Te costó la decisión de abandonar el cargo de director?

-Creo que lo que me costó fue decidir que aquel era el mejor momento para proponer al Patronato que pusiera en marcha mi relevo, mejor que dentro de unos años. ¡Todos tenemos fecha de caducidad! Han sido años muy intensos, equivalentes a dos ciclos estratégicos de cualquier organización. El primer ciclo fue el de la fusión, con toda la novedad y la complejidad que esto representaba. Y el segundo, el de desarrollo, fortalecimiento y consolidación. La decisión suponía completar mi responsabilidad con la renovación generacional de su máximo liderazgo. A algunas personas les sorprendió, porque hasta ahora el mandato de director general en ISGlobal no estaba limitado en el tiempo. Pero hay que saber dar el relevo y salir de las responsabilidades. Y estoy seguro que, a partir de ahora, ¡Quique Bassat lo sabrá hacer mejor que yo!

 

Más allá de la bata blanca

-Tu trayectoria empieza con la carrera de Medicina.

-Estudié Medicina en el Clínic, en la Universitat de Barcelona, sin tener ningún antecedente familiar dedicado al ámbito de la salud. Era una etapa de masificación universitaria, en que la situación política no ayudaba. Durante los últimos años de la carrera descubrí la epidemiología y la salud pública a través de algunos libros, sobre todo de epidemiólogos y salubristas anglosajones. Entendí entonces una cosa que no nos enseñaban en la facultad: que para comprender las enfermedades hay que tener una visión poblacional. La atención a la salud es algo más que la de la bata blanca, hay determinantes medioambientales, socioeconómicos, de estilo de vida... y la epidemiología es fundamental para entenderlo y para poner en marcha acciones de prevención y de salud pública. Este fue un poco mi bautizo más intelectual en la salud y el que me ha llevado hasta aquí. Poco después conseguí una beca Fullbright, de las primeras que concedió “la Caixa”, e hice una máster en Epidemiología y Salud Pública en la universidad de Yale, en Estados Unidos. Fue una experiencia vital que me cambió la vida.

-¿Por qué?

-Primero, porque esta universidad es muy potente y estimulante, y tuve profesores y compañeros excelentes. La docencia no tenía nada que ver con lo que yo había experimentado en Barcelona, donde el aprendizaje era más memorístico y muy poco crítico. A mediados de los años ochenta, Estados Unidos y España estaban a mucha más distancia que ahora, también científicamente. En nuestro país, quienes estábamos interesados en la epidemiología y la salud pública no teníamos referentes, porque los pocos que habíamos tenido casi habían desaparecido con la guerra civil y el exilio. Por lo tanto, fue un paso formativo, pero también una pequeña gran revolución cultural. Siempre estaré muy agradecido de aquella oportunidad de apertura al mundo, de la cual todavía disfruto.

-Sin embargo, regresaste a Cataluña.

-¡Esto daría para otra entrevista! Volví, sobre todo por motivos sentimentales, y tuve la suerte de conectar con un grupo emergente de epidemiólogos y de gente comprometida que habían tenido una formación clínica pero que, un poco como yo, habían optado por la epidemiología y la salud pública. Este grupo lo lideraba Josep Maria Antó, que se había formado inicialmente como neumólogo. Nos encontramos en el Instituto Municipal de la Salud (ahora la Agencia de Salud Pública de Barcelona), que empezaba a funcionar de manera muy renovada, dependiendo del Ayuntamiento de Barcelona. Éramos profesionales muy motivados, en la época de los primeros ordenadores “personales” (o no tanto, porque al principio había que ¡compartirlos por turnos!) Estuvimos trabajando en la investigación de los brotes de asma en Barcelona, que después se vincularon a la descarga de soja en el puerto. Después, me quedé en el Instituto Municipal de la Salud como jefe del servicio de Epidemiología, con varias responsabilidades posteriores. Una de ellas, durante los Juegos Olímpicos del 92, fue asegurar las condiciones de epidemiología y de salud pública de la “familia olímpica” (atletas, federativos...). ¡Una experiencia nueva y muy estimulante!

 

Antoni Plasència en 2013, 2016 y 2022. Fotos de Glòria Solsona y Aleix Cabrera (ISGlobal).

 

-En 2004 pasaste a ser director general de Salud Pública de la Generalitat de Cataluña.

-Sí, la apenas nombrada consejera Marina Geli me preguntó si quería asumir el cargo, para poner en marcha lo que después sería la Agencia de Salud Pública de Cataluña. Me incorporé con mucha ilusión. No había militado ni militaba en ningún partido político; tenía una visión sobre todo técnica y la experiencia previa de la puesta en marcha de la Agencia de Salud Pública de Barcelona. Fue también una época muy estimulante, de algo más de ocho años, que incluyó tener que gestionar brotes y pandemias, con un equipo de más de 2000 profesionales de todo el país e interactuando muy intensamente con el Ministerio y con las Comunidades Autónomas. Pude contribuir a la redacción de la Ley de Salud Pública de Cataluña, aprobada el 2009 y que es el instrumento que tiene Cataluña para asegurar las capacidades que necesita en materia de vigilancia, prevención, protección y promoción de la salud. Desgraciadamente, a pesar del paso del tiempo y las diversas crisis de salud pública, sus recursos siguen siendo claramente insuficientes.

 

Venir a hacer de “albañil”

-De allá pasas al CRESIB (Centro de Investigación en Salud Internacional de Barcelona). ¿Qué te motivaba entonces?

-Como director de Salud Pública, había estado implicado en la creación del CREAL (Centro de Investigación en Epidemiología Ambiental) a finales de 2005, del CRESIB en 2006 y de ISGlobal en 2010, en representación del Departamento de Salud de la Generalitat, que estaba en la gobernanza de estos nuevos centros. Por lo tanto, ya conocía un poco sus “entrañas”. Siempre me sentí muy identificado con ellos porque era uno de los primeros esfuerzos del Gobierno de Cataluña para apoyar la investigación de excelencia en el ámbito de la epidemiología, la salud pública y la salud global. Cuando en 2011 dejé la Generalitat, Pedro Alonso, entonces director del CRESIB, me ofreció incorporarme a este centro como director técnico (deputy director), en sustitución de Núria Casamitjana, que pasaba a ser directora de Formación en ISGlobal. Se trataba todavía de un ISGlobal muy incipiente (el CRESIB constituía su rama de investigación), nacido con voluntad de aproximar la investigación al impacto, también bajo la dirección de Pedro y con el impulso decisivo de la Fundación “la Caixa”. En aquel contexto, Pedro y Josep Maria Antó, entonces director del CREAL, me encargaron explorar una posible alianza de los tres centros, que podría culminar en una fusión, con el visto bueno de la Generalitat. En aquel momento ­-eran los años de la crisis financiera global- había una serie de instituciones de investigación, a menudo centros CERCA pequeños pero altamente competitivos, que para poder crecer tenían que pensar más en fusiones que en nuevos recursos estructurales, porque nuestro entorno da para lo que da. Por lo tanto, la estrategia fue sentar las bases de cómo, cuándo y por qué fusionar estos dos centros de investigación dentro de ISGlobal, y hacerlo de una manera que diera garantías sólidas para el futuro. Esta fue una parte central de lo que vine a hacer: en el fondo, un poco de “fontanero-albañil”, con los directores del CREAL y el CRESIB.

 

Antoni Plasència en 2012 y 2022. Fotos de Glòria Solsona y Aleix Cabrera (ISGlobal).

 

-En los primeros años de este proceso de alianzas y fusión, accedes a la dirección de ISGlobal.

-En 2014 Pedro Alonso aceptó una propuesta de la Organización Mundial de la Salud para ser director del programa de malaria y me propusieron sustituirlo. A finales de octubre de aquel año el Patronato me nombró nuevo director de ISGlobal, con el encargo de seguir adelante con el proceso ya en curso. Cuando las cosas estuvieron bastante maduras llevamos a cabo la fusión en ISGlobal en dos tiempos, en 2015 con el CRESIB y en 2016 con el CREAL. En este esfuerzo complejo e innovador de articulación organizativa y legal tuvieron un papel clave Josep Maria Antó, en calidad de director científico, y nuestro gerente, Gonzalo Vicente, como parte de un trabajo de equipo magnífico. Desde el 2017 somos un nuevo ISGlobal o un ISGlobal renovado, según se quiera ver. Con la gran suerte de que los patrones de las instituciones preexistentes estuvieron de acuerdo en añadirse y sumar compromisos y recursos en el nuevo patronato de ISGlobal, que es nuestro patronato actual a grandes rasgos. Este es un privilegio que no me canso de destacar, porque se trata de instituciones muy diferentes, con misiones y visiones diversas, pero todas ellas ven el valor añadido de la investigación y la traslación para el impacto. El valor de que esta investigación esté al servicio de la equidad en salud a nivel glocal, que quiere decir tanto local como global. Y, recordémoslo, esto era antes de la pandemia, que entre otras cosas ha servido para que se entienda mejor que la salud no sabe de fronteras, ni geográficas ni políticas.

 

Gestionar las identidades

-¿La fusión ha funcionado?

-Creo que sí, especialmente si se tiene presente que las fusiones en el ámbito de la investigación se cuentan con los dedos de la mano... Los resultados hablan por sí solos: hemos crecido en ciencia, en traslación, en número de personas, en nuevos proyectos, en presupuesto y en notoriedad. Es decir que, en términos generales, ha sido una operación exitosa, en la que yo he actuado sobre todo como facilitador. Siempre digo que mi función principal ha sido asegurar los canales de comunicación y de homeostasis (como se llama en medicina) internos y externos, para que no hubiera grandes desequilibrios entre las expectativas del entorno y nuestras respuestas como equipo humano y profesional. Pero quien ha hecho posible este éxito somos el conjunto de personas que trabajamos en, por y con ISGlobal.

-¿Este sería el gran hito de tu mandato?

-Básicamente estos dos: facilitar la fusión y asegurar su desarrollo y consolidación posteriores hasta hoy. Las fusiones de instituciones competitivas y que tienen un tamaño parecido y unas expectativas focalizadas siempre son complicadas, con el riesgo inicial y comprensible del “Virgencita, que me quede como estoy”. Creo que ahora, y especialmente para las nuevas generaciones, esto ya queda superado, pero quizás lo que ha sido más difícil de gestionar son las identidades: el miedo a perderlas. Unos decían que lo más importante que teníamos que hacer era dedicarnos a las enfermedades transmisibles en países en desarrollo, y otros que lo más importante era que se visualizara el impacto del medio ambiente y del clima en la salud. Bien, la operación de éxito ha sido juntar estas identidades, no para hacerlas desaparecer sino, al contrario, para multiplicarlas. Mi mensaje siempre ha sido recoger lo que dice Amartya Sen: las personas no tenemos una única identidad, tenemos varias, y a muchos niveles. Que una institución tenga un abanico de identidades es un valor añadido en un mundo complejo y en permanente cambio. El identitarismo monolítico lleva a la polarización, a la división sectaria y al conflicto. Por lo tanto, creo que se tiene que seguir insistiendo en este valor diferencial de la unidad en la diversidad, que nos hace más fuertes y relevantes, y en la importancia del diálogo y de la empatía para hacerlo posible. Así también lo han entendido instituciones de salud global con una larga historia, como la London School of Hygiene and Tropical Institute o el Swiss Tropical and Public Health Institute.

 

Antoni Plasència bromea con Quique Bassat escenificando el traspaso de la dirección de ISGlobal durante el brindis de Navidad de 2023 en la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona.

 

ISGlobal no es un hotel

-Hablabas de las diferentes identidades que tenemos todos. ¿Cuáles son las tuyas?

-Mis identidades se manifiestan sobre todo a través de mis valores, que se ejercen en el día a día, y yo lo he hecho como mejor he sabido y podido. Aunque suene un poco pomposo, me considero sobre todo un constructor institucional, que es a lo que he dedicado más energías en mi vida profesional hasta hoy: construir y transformar instituciones, que quiere decir personas trabajando juntas, en organizaciones que tratan de responder de manera efectiva al mandato que han recibido. Por eso siempre he puesto mucho énfasis en el valor de la inteligencia colectiva y del “nosotros”, en este caso en un entorno académico, científico, donde las individualidades son necesariamente muy fuertes y singulares, y piden apoyo y reconocimiento. Desde muy al principio, recogiendo la filosofía ubuntu, he querido transmitir este mensaje de que “yo somos nosotros” y que, por lo tanto, cualquier persona que tiene alguna aportación que hacer, la hace a través de la institución y con la institución, que quiere decir sus personas. Siempre he dicho que ISGlobal no era ni tenía que ser un hotel de investigadores, creadores o innovadores, sino que tenía que ser sobre todo una organización de inteligencia cooperativa, que es precisamente uno de nuestros rasgos diferenciales.

-Has tenido muchas personas a tu cargo. En el futuro, ¿te apetece tener menos?

-Claramente. Ahora no busco tranquilidad, pero sí algo más de focalización, poder estar más centrado y no tan disperso. Menos gestión, pero intentando capitalizar lo que he ido aprendiendo durante estos años en el ámbito de la salud pública global, desde el conocimiento y su aplicación hasta el desarrollo organizativo, y seguir disponible en aquello en que pueda ser útil. Esto espero que sea lo que pueda ganar personalmente en la nueva etapa.

-¿Echarás de menos el despacho?

-No. La parte más emocional es haber decidido hacer el cambio y haberlo activado desde la responsabilidad, y ahora intentar que esta nueva etapa sea, en el ámbito personal, igual o más estimulante. Vuelvo a decir: de las responsabilidades se tiene que saber salir. Y también se tiene que saber empezar de nuevas. Aquí es donde está la expectativa que he decidido generarme a mí mismo. Mientras los dioses de la salud no me envíen unos rayos y truenos maléficos, espero poder seguir creciendo profesionalmente y contribuir a nuevos proyectos.

-¿Tienes algún lema o frase que te haya ayudado en estos años?

-Una que me habréis oído más de una vez es que “la línea más corta entre dos puntos no es nunca la recta”. Las cosas siempre son más complejas y menos evidentes. El reto es el de la “simplejidad”, tratar de hacerlas más sencillas y fáciles. También me gusta mucho una de Rita Levi-Montalcini, premio Nobel de Medicina en los años ochenta, que dice algo así como que “no os preocupéis por los momentos vitales más difíciles, porque es de donde sale lo mejor”. Todo lo que es valioso es difícil, y todo lo que es difícil es valioso. Y quizás un tercer elemento que me ha guiado es que en nuestro sueldo está implícito resolver problemas (yo digo problemas, pero también se podría decir retos). Por lo tanto, si a alguien le angustian los problemas que se encuentra cuando llega al trabajo es que no está haciendo lo que se espera de él o de ella. Un problema puede ser una pregunta científica, una cuestión relativa a la gestión de personas o cualquier otra cosa. Estos años he intentado reforzar una actitud de intentar encontrar soluciones a los problemas y no problemas a las soluciones. Sin perder la calma ni el respeto mutuo.

 

COVID-19... ¿inesperada?

-Durante los años en ISGlobal, ¿ha habido algo gordo que no te esperaras? La pandemia de COVID-19, ¿fue tan inesperada para ti? ¿O quizás no tanto?

-Sobre el papel, quienes trabajamos en epidemiología y salud pública sabíamos que había cierta probabilidad de que, tarde o temprano, pasara algo como lo que pasó. Lo que nadie sabía es que la preparación de los países sería, en general, tan ineficaz e insuficiente, sobre todo durante los primeros meses de la pandemia. Pero lo que es más preocupante, y es uno de los temas que me interesa trabajar en esta nueva etapa, es que parece que ya hemos pasado página, que la próxima pandemia quedará para una futura generación y que ahora tocan otras cosas. Eso si la emergencia climática no ha anticipado antes otras crisis colectivas de salud global. Hay que superar estos ciclos de pánico y olvido, y hacer cuanto sea posible para asegurar estas capacidades ante las crisis futuras de salud global, que si no ponemos remedio serán cada vez más numerosas y disruptivas para la salud, la economía y la sociedad en su conjunto.

-¿Cómo viviste la pandemia, siendo director de ISGlobal?

-Con cierta perplejidad, “reteniendo la respiración”, pero también como una oportunidad, que supimos aprovechar. Una mayoría amplísima de investigadores e investigadoras detuvieron sus líneas de investigación para contribuir a abordar o responder algunas de las preguntas más relevantes que fueron surgiendo. También respondimos a la pandemia en el ámbito de la innovación, la formación, la comunicación... Creo que, en conjunto, la experiencia de la pandemia ha reforzado la credibilidad y la comprensión social de la misión de ISGlobal y nos ha posicionado como una institución de excelencia científica, con personas fuertemente comprometidas.

 

La confianza, un crédito emocional

-El mundo de cuando asumiste la dirección de ISGlobal y el de ahora son bastante diferentes.

-Sí. La pandemia ha acelerado muchas cosas. Tenemos un mundo (¡y solo tenemos uno!) mucho más complejo y mucho más interconectado, lo que quiere decir a la vez más fuerte y más frágil. Y solo con diálogo y colaboración efectivas podremos salir adelante. O todos, o nadie, aunque algunas personas no se lo acaben de creer...

-Y tú, ¿has cambiado?

-He aprendido a valorar más la confianza. Seguramente es el capital más importante del liderazgo, que hay que hacer fructificar en cualquier organización, pequeña o grande. La confianza es casi como un crédito emocional intangible: se da sin saber muy bien lo que hay, por adelantado. Nuestra vida está hecha sobre todo de incertidumbres, y lo que hace más necesario el funcionamiento entre las personas es la confianza, que cuesta mucho de generar y ¡muy poco de perder! Uno de mis personajes de referencia es Tintín, y es alguien que va por la vida con confianza.

-¿Has llegado a ser el Tintín que querías ser de pequeño?

-Bueno, ¡tampoco es que fuera mi héroe las 24 horas del día! Pero en el fondo, con el tiempo me he dado cuenta de que es el héroe global, con todos sus sesgos personales y culturales de la época. Yo lo he reencontrado en mi paso por ISGlobal. A veces, como él, hemos sudado solos en medio del desierto, y a veces también nos hemos subido a un cohete intentando llegar a la luna. Pasando algunas penas, pero sobre todo compartiendo aventuras emocionantes y abiertas al mundo. Esta ha sido un poco mi experiencia tintinesca. Os invito a conocer la próxima, ¡de aquí a un tiempo!