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Desde Altamira hasta África. BOHEMIA: Una estrategia visionaria contra la malaria

08.10.2019

Año 1868. El tejero asturiano Modesto Cubillas se encuentra de caza por los prados de Altamira en Santillana del Mar, Cantabria. En cierto momento, su perro queda atrapado en una grieta entre las rocas mientras persigue a una posible presa. Al liberar al can, el tejero descubre que la grieta es en realidad la puerta de entrada a una cueva y, pese a que la noticia no es de una relevancia insólita, se lo comunica al propietario de las tierras, Marcelino Sanz de Sautuola.

“Mira, papá: ¡son bueyes!” La niña, curioseando el techo de la cueva, descubre las pinturas rupestres de Altamira.

Pasan cerca de 10 años hasta que, Sanz de Sautuola, de buena familia y aficionado a la paleontología, se decide a inspeccionar las tierras de Altamira en busca de fósiles. A modo de acompañante lleva a su hija María, de ocho años de edad. La niña, curioseando el techo de la cueva, descubre las pinturas rupestres de Altamira. “Mira, papá: ¡son bueyes!” El padre, que había visitado recientemente la Exposición Universal de París de 1878 y cuya colección de objetos prehistóricos le había causado una enorme fascinación, relaciona enseguida aquellas pinturas con el arte rupestre expuesto en Francia.

Sanz de Sautuola, convencido de su hallazgo, decide contactar con un grupo de investigadores de Madrid y con un artista que copiaría los dibujos. El equipo científico inicia un estudio cuyos resultados presentan en el congreso internacional de Lisboa de 1880. Sin embargo, la presentación culmina en el más absoluto fracaso. La comunidad de expertos se mofa del hallazgo de Sanz de Sautuola, llegando incluso a acusarlo de fraude.

El de las pinturas rupestres de Altamira fue el descubrimiento de uno de los ciclos artísticos más importantes de la prehistoria. Desgraciadamente, Sanz de Sautuola murió sumido en el descrédito, pues no fue hasta principios del siglo XX cuando, al hallar en Francia obras semejantes, los eruditos en el tema se retractaron y se reconoció internacionalmente la autenticidad de las pinturas de Altamira, fijando su fecha de origen en el Paleolítico Superior.

La comunidad de expertos se mofa del hallazgo de Sanz de Sautuola, llegando incluso a acusarlo de fraude.

Sanz de Sautuola y quienes lo respaldaron defendieron así una idea visionaria, contraria a la opinión de todos los expertos a su alrededor, pero cierta al fin y al cabo: que el ser humano primitivo era capaz de percibir la estética y de crear arte.

Año 1985. Un equipo liderado por el científico Pampiglione investiga la ivermectina, un fármaco eficaz contra las lombrices intestinales, con el objetivo de conocer el potencial del medicamento contra los mosquitos. Para ello, lo mezclan con sangre que posteriormente servirá de alimento para estos insectos. Efectivamente, tras consumir la sangre con ivermectina, los mosquitos mueren.

Más de una década después, en 1999, el investigador Bockarie y su equipo distribuyen ivermectina a una población en Papúa Nueva Guinea para tratar la filariasis linfática. Esta misión les brinda una oportunidad para estudiar, como hizo en su día Pampiglione, la relación entre ivermectina y mosquitos. Así, las y los investigadores deciden capturar los dípteros que se encuentran posados en las paredes de las casas antes y después de la suministración del fármaco. Lo que las y los científicos observan les resulta fascinante: los mosquitos capturados antes de la distribución viven nueve días, mientras que aquellos capturados después y que, por tanto, se han alimentado de la sangre de personas tratadas con ivermectina, viven tan solo cuatro.

Madre e hijo ISGlobal

En el año 2010, tras estudiar encarecidamente los fármacos para atacar al mosquito Anopheles, responsable de transmitir la malaria, científicos de ISGlobal desarrollan –tomando como referentes los estudios mencionados– una idea revolucionaria, un nuevo enfoque a la lucha contra esta enfermedad. ¿Y si fuesen las propias personas y el ganado los que, con su sangre, matasen al mosquito? La hipótesis se desarrolla de la siguiente manera: si tratamos con ivermectina a aquellas personas y al ganado presentes en las zonas en las que habita el mosquito Anopheles, éste absorberá la ivermectina de su sangre al picarlos y morirá, evitando así que transmita la malaria a otros individuos.

¿Y si fuesen las propias personas y el ganado los que, con su sangre, matasen al mosquito Anopheles?

Tal como le sucedió en su día a Sanz de Sautuola, el equipo de ISGlobal está convencido de la viabilidad de la idea, así que contactan con las voces expertas en malaria. Mantienen varias conversaciones con investigadores de renombre internacional, que aseguran que la idea es muy buena, pero no cuentan con los recursos necesarios para desarrollarla. En ese momento, las entidades financiadoras no muestran un interés especial por el uso de la ivermectina en el control vectorial de la malaria. Pero, pasado un tiempo, Unitaid –una entidad internacional dirigida a erradicar el sida, la tuberculosis y la malaria– decide poner el foco en la ivermectina como método económico y eficaz en la lucha contra la malaria. Los investigadores de ISGlobal, que se han mantenido firmes y han seguido contactando con los grandes influyentes en la materia, comienzan así un camino que culmina en 2019, cuando UNITAID aporta una financiación de 25,3 millones de dólares al proyecto bautizado como BOHEMIA: Broad One Health Endectocide-based Malaria Intervention in Africa.

BOHEMIA emerge, pues, como una idea rompedora y controvertida y, como pasó con las pinturas de Altamira, ha necesitado de una larga carrera a contracorriente para materializarse. Pero la perseverancia ha dado sus frutos. Por el momento hemos visto los bueyes. Ahora hay que descubrir si realmente se trata de arte prehistórico.