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Cuando el ‘norte’ se convierta en el ‘sur’

10.9.2013

Esta entrada ha sido publicado simultáneamente en el blog de 3500 millones de El País.


No hace sino unos años, la cooperación española se preciaba de ser uno de los principales donantes al Fondo Mundial de la lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria, lo mismo que de intentar resolver los problemas de salud en el mundo no sólo mediante la transferencia de recursos económicos norte-sur, sino con el trabajo de sus científicos.


Pero la situación se está revirtiendo ahora de manera extremadamente preocupante. Tras un verano de infarto por la situación financiera del CSIC –con muchos de sus proyectos paralizados porque los fondos se desviaron para el gasto corriente de los centros científicos–, nos hemos encontrado con la noticia de que el Gobierno de Senegal aportará más de 300.000 euros al Instituto Universitario de Enfermedades Tropicales y Salud Pública de Tenerife.


Según declararon los responsables de este instituto, entre otros problemas, la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo suspendió una aportación de 500.000 euros, por lo que pusieron en marcha un mecanismo de captación de fondos extranjeros  que ha visto su primer fruto en este anuncio.


No sabemos muy bien qué razones han llevado a Senegal a incluir entre sus prioridades el financiamiento del centro de investigación canario, pero la noticia ha conseguido todo un golpe de efecto, por lo que de simbólico tiene que el sur financie al norte, y porque hace cambiar radicalmente la posición de España en la geopolítica científica internacional, al pasar a recibir fondos públicos de un país cuyo Producto Interno Bruto per cápita es casi 30 veces menor que el suyo, y que de hecho está en la lista de países prioritarios para sus fondos de cooperación.


Que nadie se confunda: bien hacen los países en invertir en investigación que les ayude a resolver sus problemas de salud más acuciantes, y bien hace el instituto canario en buscar fondos allende las fronteras, sin importar que los consigan en la Unión Europea, la Fundación Bill & Melinda Gates o el gobierno de Senegal.


Más allá  de lo sorprendente de este anuncio,  lo que es un escándalo es el desmantelamiento de la capacidad investigadora española como resultado de unos recortes económicos que no sólo impiden emprender cosas nuevas, sino que están poniendo en riesgo la supervivencia de grupos y proyectos que se han edificado con el esfuerzo de muchísimos investigadores y el dinero de todos y cada uno de los contribuyentes.


A pesar del discursos que ensalza la eficiencia, es por demás ingenuo pensar que no hay un punto a partir del cual resulta simplemente imposible hacer  ‘más con menos, pero igual’.  En la sanidad pública, algunos datos empiezan a resultar escalofriantes, como el aumento de las listas de espera y la desprotección de los inmigrantes en situación legal irregular. En la universidad pública, se han cerrado ya másters porque no cumplen con la lógica del mercado más ciega y más voraz y sin que haya mediado previamente ninguna reflexión sobre su valor académico o el carácter estratégico de las disciplinas involucradas. Parece que en el terreno de la investigación empezaremos a ver también casos de trabajo tirado por la borda, como ya hemos visto a muchos jóvenes científicos emigrar.


El financiamiento de Senegal ha actuado como un símbolo del peligro de resquebrajamiento de la infraestructura científica de España  y da la voz de alarma sobre la gravedad del momento por el que pasamos. Esperemos que no tengamos que acostumbrarnos pronto a sobrevivir sólo con subvenciones de las fuentes más insospechadas, como ya nos resulta normal que el vecino de enfrente sea desahuciado o lleve más de dos años en el paro.