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COVID-19: ¿Por qué Brasil se está convirtiendo en el nuevo epicentro global de la pandemia?

17.6.2020
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Foto: Martín Sánchez/Unsplash

El profesor Achille Mbembe, miembro de la Universidad Witwatersrand en Sudáfrica, fue el primero en utilizar la expresión necropolítica. En un ensayo publicado en 2003 bajo este nombre, el autor reflexionaba sobre la muerte como política adoptada por el estado. Esta es la única expresión que se me ocurre para resumir la forma nefasta con la que el actual gobierno de Brasil aborda la confluencia de las múltiples crisis a las que nos enfrentamos.

El pasado mes de mayo, Brasil alcanzó el liderazgo global en el número diario de muertes por el nuevo coronavirus, sin tener en cuenta un infraregistro estimado de entre 10 a 15 veces el número total de casos –debido a la ausencia de test diagnóstico–, y de tres a cinco veces del número de muertes. Recientemente el Gobierno ha adoptado la criminosa estrategia de desinformar la población y ocultar el números de muertes. La restricción de los datos publicados sobre los casos de COVID-19 ha generado duras críticas en todo el espectro de la sociedad haciendo el gobierno retroceder.

El pasado mes de mayo, Brasil alcanzó el liderazgo global en el número diario de muertes por el nuevo coronavirus, sin tener en cuenta un infraregistro estimado de entre 10 a 15 veces el número total de casos –debido a la ausencia de test diagnóstico–, y de tres a cinco veces del número de muertes

La publicación británica The Lancet, en su editorial del 9 de mayo titulada “ COVID-19 in Brazil: So what?” –en alusión a la respuesta del presidente a una periodista que le preguntó sobre el aumento de las muertes por el virus en el país– expone que “quizás la mayor amenaza de Brasil para la respuesta a la COVID-19 es su propio presidente, Jair Bolsonaro”, “Brasil como país debe unirse para dar una respuesta clara al "¿Y qué?" por su presidente”, Bolsonaro “necesita cambiar drásticamente el rumbo o debe ser el próximo en irse”. Claros y duros mensaje desde la ciencia a un presidente que reiteradamente se ha posicionado como anticiencia, negacionista climático y transgresor de los derechos humanos. La publicación también expone la dura realidad de millones de brasileños y brasileñas que viven en extrema vulnerabilidad y alarma sobre el posible genocidio sobre la población indígena.

Ante ese terrible escenario, es notorio que tenemos un presidente que sabotea la lucha contra la pandemia, que ha declarado la guerra con los gobernadores, la prensa, el parlamento y el supremo tribunal federal, y que trata de apoyarse en los militares y en un porcentaje pequeño y radical de la población constantemente alimentada por una red de fake news, donde nadie se escapa, incluso la Organización Mundial de la Salud (OMS) y su director Tedros Adhanom. Además, Brasil ha perdido su liderazgo regional en temas de cooperación Sur-Sur y hoy representa incluso un riesgo para los países vecinos.

En plena pandemia, el Gobierno está limitando el uso de recursos financieros a las comunidades más vulnerables y a los gobiernos locales, no ha priorizado la compra de equipos de ventilación pulmonar, test diagnósticos y unidades de terapia intensiva. Ha cambiado dos ministros de Salud: uno por tratar de seguir las orientaciones de la OMS y otro por no estar de acuerdo con la distribución y utilización en masa de la polémica hidroxicloroquina. Actualmente, un General del ejército, especialista en logística y sin ninguna formación o experiencia en salud, ejerce de Ministro de la Salud. Otros 20 militares –que tampoco son personal sanitario– ocupan funciones estratégicas en el Ministerio. El General-Ministro seguramente sabe qué hacer con los cuerpos de las víctimas pero parece que no sabe cómo salvarles la vida.

En plena pandemia, el Gobierno está limitando el uso de recursos financieros a las comunidades más vulnerables y a los gobiernos locales, no ha priorizado la compra de equipos de ventilación pulmonar, test diagnósticos y unidades de terapia intensiva

Como contrapunto, tenemos un sistema público, universal y gratuito de salud, el SUS –donde trabajo como médico de familia y de comunidad. Una política pública en constante construcción que ha estado bajo ataques constantes desde su creación en 1988 y que tiene en la falta de fondos uno de los inmensos desafíos a superar, pero tiene en sus trabajadoras y trabajadores la resistencia ante la precariedad del trabajo y los intentos de privatización. Como en otros sistemas universales, la pandemia es el momento para invertir los polos de discusión. Antes se hablaba de recortes y privatización, y ahora queda más claro que nunca la necesidad de fortalecer el SUS, de aumentar sus fuentes de financiación y de que las decisiones políticas sean basadas en evidencia científica y realizadas por personal sanitario capacitado.

Las constantes amenazas de intervención militar e interrupción institucional llevadas a cabo por Bolsonaro y los miembros de su gobierno están sirviendo para unificar fuerzas de todo el espectro político en una alianza en nombre de la democracia y la libertad.

Como personal de salud, seguimos con la misión de asistir a la población que se encuentra en una situación extremadamente vulnerable -exacerbada por la pandemia- con un desempleo muy elevado y con políticas sociales destrozadas. Pero, con la esperanza de que la crisis sanitaria, política y socioeconómica sea superada y permita a la sociedad comprender la importancia de defender una ciencia fuerte y un sistema de salud robusto para que definitivamente se entienda la salud como un derecho y no como una mercancía.