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Cambio climático: ¿qué efectos puede tener el aumento de las temperaturas en la salud infantil?

13.6.2022
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Foto: Mariona Gil / Ayuntamiento de Barcelona. - Niños y niñas regando las plantas de las jardineras de la Escuela Els Llorers (Barcelona), que forma parte del proyecto de Refugios Climáticos.

[Este texto ha sido publicado originalmente en catalán en el boletín EspaiS@lut de la Diputación de Barcelona.]

 

La concienciación y el interés por los peligros asociados a las altas temperaturas han aumentado en los últimos años. Esta situación no es de extrañar, dado que la intensidad, frecuencia y duración de fenómenos como las oleadas de calor se han incrementado desde los años 50. Los pronósticos en este sentido no son demasiado optimistas, ya que la tendencia es que la situación se agrave con el paso del tiempo. Por lo general, los múltiples impactos que tiene el calor para la salud y el bienestar están infravalorados como problema de salud pública asociado a la vida urbana, pero las tendencias de urbanización y el fenómeno de isla de calor en las ciudades solo empeoran esta situación.

Por lo general, los múltiples impactos que tiene el calor para la salud y el bienestar están infravalorados como problema de salud pública asociado a la vida urbana

Cada año, con la llegada del buen tiempo y el calor, desde diferentes canales de comunicación nos suelen llegar mensajes con recomendaciones para evitar una exposición de riesgo en exceso de calor. Entre estas, las más habituales incluyen mantener el cuerpo fresco e hidratado, buscar espacios con sombra si estamos en el exterior o buscar espacios frescos si estamos en el interior. Además, nuestro cuerpo activa mecanismos de termoregulación que ayudan a mantener un equilibrio entre nuestra temperatura, que ronda los 36,5ºC, y la del exterior.

Durante muchos años y de forma equivocada, se ha asociado a la población infantil capacidades de termoregulación menores que las de la población adulta, lo que ha sido desmentido gracias a la evidencia acumulada en los tiempos más recientes.

Sin embargo, estas capacidades sí pueden verse alteradas en contextos ambientales extremos. Factores estresantes fisiológicos y ambientales, como la contaminación, la obesidad, la diabetes, y otras comorbilidades asociadas podrían ser agravantes. De todas formas, algunos estudios indican que los cuerpos de los niños y niñas sufren afectaciones diferentes a las de las personas adultas como consecuencia del calor. Estos tienen una relación entre la masa corporal y el área de superficie menor que en las personas adultas, lo que los hace particularmente vulnerables al calor extremo.

Algunos estudios indican que los cuerpos de los niños y niñas sufren afectaciones diferentes a las de las personas adultas como consecuencia del calor

Más allá de las características físicas, sus patrones de actividad, donde a menudo predomina el juego al aire libre, suelen comportar una mayor exposición al calor y, por tanto, un incremento del riesgo de insolación y agotamiento. También, la falta de noción de la necesidad de hidratación y de los límites de esfuerzo físico durante estos eventos podrían llevar a situaciones de riesgo.

Un estudio reciente que revisa por primera vez los efectos del aumento de las temperaturas en las personas menores de 18 años en Estados Unidos concluye que durante el verano los días con temperaturas más altas se asociaban a mayor número de visitas de niños y niñas y adolescentes en los hospitales. De hecho, en torno al 12% de las visitas a urgencias podían atribuirse a las altas temperaturas.

Las principales causas asociadas fueron golpes de calor y agotamientos por calor, pero también infecciones intestinales bacterianas, posiblemente relacionadas con cambios de hábitos vinculados a la temperatura; por ejemplo, las infecciones bacterianas podrían deberse al consumo de alimentos no refrigerados y en un estado no óptimo.

Sin embargo, el estudio también observa que, en poblaciones jóvenes, se incrementan las hospitalizaciones por enfermedades del sistema circulatorio, inmunitario y nervioso durante los períodos de calor extremo, y estos aumentos no pueden explicarse tan fácilmente por cambios de hábitos.

En el día a día, los niños y niñas y adolescentes pasan gran parte de su tiempo en la escuela. En estos espacios, crecen y conviven sujetos a los fenómenos externos que puedan afectarles como, por ejemplo, a las altas temperaturas. Por eso, es importante que estos espacios donde pasarán tanto tiempo estén acondicionados y preparados por las previsiones climáticas.

Las escuelas como refugios climáticos

Con este objetivo, desde el Ayuntamiento de Barcelona, ​​con la ayuda de la financiación Urban Innovation Action (UIA), se ha impulsado la creación de una red de refugios climáticos, en la que están incluidas las escuelas. Gracias a éstas, no solo los niños y las niñas, sino también el resto de la ciudadanía, pueden disfrutar de espacios que les protegen del calor. De hecho, se calcula que en la ciudad de Barcelona, ​​especialmente vulnerable al fenómeno isla de calor, no solo por su clima sino también por su compacidad, en el 2100 habrá 30 días cálidos adicionales al año por encima de los 30ºC y uno aumento de las temperaturas extremas de 3,5ºC hasta los 42,8ºC.

El exceso de calor se ha vinculado a afectaciones en el proceso de aprendizaje en la infancia. Así pues, en el marco del proyecto se realizaron intervenciones en 11 escuelas de Barcelona vulnerables al calor, mediante la incorporación de estructuras azules (incorporación de puntos de agua), verdes (espacios de sombra y vegetación) y grises (actuaciones sobre los edificios para mejorar su aislamiento).

Se estima que los niños y niñas soportan el 88% de la carga de enfermedades debida al cambio climático, siendo aquellos más pobres los más afectados

Entre las intervenciones realizadas, destacan la implementación de fuentes multifuncionales, nuevas plantaciones y espacios verdes, así como la instalación de pérgolas y protecciones solares en algunas escuelas. La funcionalidad de éstas, sin embargo, se ha visto afectada por las restricciones derivadas de la COVID-19.

A nivel mundial, se estima que los niños y niñas soportan el 88% de la carga de enfermedades debida al cambio climático, siendo aquellos más pobres los más afectados. Hay que tener presente que la exposición a este tipo de fenómenos extremos durante la infancia podría tener efectos a largo plazo que, por ahora, son desconocidos. Así pues, es necesario ser conscientes de los peligros que estos fenómenos suponen por la comunidad, y especialmente por los colectivos más vulnerables, como niños y niñas, para reducir al máximo las exposiciones y riesgos que conllevan.