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Actividad física, transporte público y transporte activo: una combinación con muchos beneficios para la salud

19.9.2019

[Este artículo se ha publicado originalmente en catalán en el boletín 'Espai Salut' de la Diputación de Barcelona]

Existe una pandemia silenciosa que se está propagando globalmente. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que una de cada cuatro personas adultas en el mundo -y más del 80% de la población adolescente- no acumula suficiente actividad física. Cada vez nos movemos menos y esto repercute de manera muy negativa en nuestra salud. Tanto es así, que el sedentarismo ya se ha convertido en uno de los principales factores de riesgo de mortalidad en todo el mundo. Los datos de que disponemos indican que el sedentarismo está relacionado con el 6% de las enfermedades coronarias, el 7% de la diabetes tipo 2 y con el 9% de la mortalidad prematura.

Para combatir este problema global, la OMS ofrece una serie de recomendaciones que, en el caso de las personas adultas de hasta 64 años, se resume en hacer 150 minutos de actividad física moderada a la semana o bien 75 minutos de actividad física vigorosa. Actividad física moderada no significa practicar ejercicio, sino que incluye actividades cotidianas que impliquen gasto energético, como los trabajos no sedentarios, las tareas del hogar o incluso jugar o desplazarse. Por lo tanto, para mantenerse físicamente activos y activas no es imprescindible pasar por el gimnasio. Existe una manera sencilla, asequible y barata de incorporar la actividad física en nuestra rutina diaria y cumplir con las recomendaciones de la OMS: practicar el transporte activo.

Existe una manera sencilla, asequible y barata de incorporar la actividad física en nuestra rutina diaria y cumplir con las recomendaciones de la OMS: practicar el transporte activo

Las formas más comunes de transporte activo son caminar e ir en bicicleta. Simplemente haciendo los trayectos cotidianos a pie o pedaleando ya se puede alcanzar los minutos de actividad física diarios recomendados. Las personas que tengan que cubrir distancias más largas pueden combinar el transporte activo con el transporte público, ya que este no suele ser puerta a puerta y suele ir acompañado también de actividad física al inicio y al final de los trayectos. El solo hecho de dejar el coche o la moto aparcadas y moverse en estos otros modos ya garantiza beneficios para la salud.

Beneficios para la salud

Los efectos positivos de la actividad física sobre la salud son numerosos e incluyen menor riesgo de enfermedad cardiovascular, hipertensión, diabetes y diabetes tipo 2, cáncer de colon y mama y osteoporosis. Un estudio realizado en Canadá por Warburton et al. en 2010 observó una reducción del 31% en la mortalidad por todas las causas entre las personas que hacían más ejercicio físico en comparación con las que hacían menos. Asimismo, se ha observado que las personas físicamente activas duermen mejor, se encuentran mejor y funcionan mejor. Y, por supuesto, un aumento en los niveles de ejercicio físico conlleva un menor riesgo de sobrepeso.

Por otra parte, la realización de actividad física también tiene efectos positivos sobre la salud mental. La evidencia científica dice que un aumento en los niveles de ejercicio físico moderado y vigoroso está asociado con una reducción de la ansiedad y la depresión, así como con mejores condiciones de sueño. Asimismo, el ejercicio físico mejora el rendimiento cognitivo por períodos breves de tiempo y también el rendimiento escolar, la memoria y la velocidad de procesamiento mental.

Fomentar la actividad física desde el diseño urbano

Tanto los beneficios de la actividad física como los riesgos que conlleva el sedentarismo son bien conocidos. Hay también una solución bien identificada: el transporte activo, combinado con el transporte público cuando sea conveniente. Sin embargo, optar por desplazarse activamente no es únicamente una decisión personal. La manera en que están diseñados los entornos urbanos y su red de transporte puede favorecer o dificultar el desplazamiento activo -y, con él, los niveles de actividad física- de manera determinante.

Existe consenso en la literatura científica sobre el hecho de que vivir en entornos "caminables" favorece que las personas se desplacen activamente y tengan mayores niveles de actividad física. Apostar por una urbanización compacta diseñada para priorizar las necesidades de las personas que se mueven a pie fomenta la actividad física en mayor medida que los entornos diseñados para dar prioridad a los vehículos motorizados.

Hay consenso en la literatura científica sobre el hecho de que vivir en entornos "caminables" favorece que las personas se desplacen activamente y tengan mayores niveles de actividad física

Otro factor que contribuye de manera importante a la actividad física es la proximidad al transporte público. Allí donde la población puede escoger entre desplazarse caminando, en bicicleta o en transporte público en lugar de hacerlo solo en coche, los niveles de actividad física derivada del transporte son mayores.

Por lo tanto, combatir el sedentarismo no es sólo una cuestión individual. Las administraciones competentes pueden contribuir a aumentar la actividad física de la población diseñando ciudades amables con la gente que se mueve caminando, en bicicleta o en transporte público. Ciudades que inviten a estar en la calle y salir a pasear y donde el coche para uso individual sea más un estorbo que una necesidad.