Publicador de contenidos
javax.portlet.title.customblogportlet_WAR_customblogportlet (Blog Health is Global)

Entrevista a Quim Gascon: “Mi investigación nace de preguntas muy concretas cuando atiendo a las personas”

17.10.2024
Entrevista Quim Gascon
Foto: Aleix Cabrera / ISGlobal

Quim Gascon, codirector de la iniciativa de Chagas de ISGlobal, repasa su trayectoria desde sus inicios en Ruanda hasta su compromiso con el Chagas.

 

Es uno de los veteranos de la casa. En 1989 comenzó a trabajar en el Hospital Clínic de Barcelona, en la entonces sección de Medicina Tropical que acababa de poner en marcha el doctor Manuel Corachán. Los dos iniciaban así un camino que, más tarde, con la llegada de Pedro Alonso y Clara Menéndez al hospital, acabaría llevando a la creación del Centro de Investigación en Salud Internacional de Barcelona (CRESIB) y, más tarde, de ISGlobal.

Se considera un hombre de acción a quien le gusta hacerse preguntas. Se las hace desde que, pocos años después de acabar Medicina, dirigió un hospital en Ruanda. Asistía a los pacientes y le surgían preguntas, quería encontrar soluciones a lo que observaba en la comunidad. Esto le llevó a dar los primeros pasos en la investigación.

Dice que cuando se jubile añorará esta inquietud intelectual de siempre pensar un poco más allá. Acaba de cumplir 70 años y se encuentra al final de un plan de sucesión para garantizar la continuidad de todo lo que ha liderado. Está “dejándolo”, dice. Le hacemos la entrevista a la vuelta de uno de sus viajes al Gran Chaco de Bolivia, donde ISGlobal colabora con la fundación SANIT para mejorar la calidad de vida de las poblaciones más vulnerables del país.

 

-¿Te hablaron del Chagas en la carrera de Medicina?

-Prácticamente nada. Acabé la carrera en 1978 y hasta 2003 no tuve la necesidad de coger un libro para enterarme bien de cómo funcionaba la enfermedad. La vida da muchas vueltas. Nunca sabes por dónde aparecerá una oportunidad que te llevará a otro trabajo, otra idea.

-¿Qué especialidad de Medicina escogiste?

-Medicina Interna. Y de 1982 a 1986 me fui a Ruanda a dirigir el hospital de Nemba, con la organización Medicus Mundi. Al volver, entré en el Clínic con una beca. En paralelo, durante unos años, también seguí muy metido en Medicus Mundi, y fui su presidente en Cataluña. Por lo tanto, mi actividad profesional se centraba en lo que entonces se entendía como medicina tropical.

-Saliendo del franquismo, ¿ya había médicos que se fueran a lo que se llamaba “el Tercer Mundo”?

-No muchos. Mis referentes eran el doctor Salvador Cortadellas, que había pasado temporadas en países de África y había sido uno de los fundadores de Medicus Mundi, y Manuel Corachán, que pasó mucho tiempo en diferentes países de África y Papúa Nueva Guinea antes de entrar en el Clínic. Él también había dirigido el curso de Medicina Tropical que yo cursé en la UB-Hospital Clínic.

Ruanda 1982

-¿La experiencia ruandesa te marcó?

-Sí, fue mi primera experiencia en medicina tropical, en un país africano. Los cuatro años y medio que pasé allí, y todo lo que aprendí trabajando, han marcado mi trayectoria, y no solo profesionalmente.

-¿Qué te encontraste allí?

-En aquella época el país era conocido como “la Suiza africana”, porque era muy montañoso (“el país de las mil colinas”), pequeño y con bastante paz interna. Pero tenía muchos déficits, muchos de ellos comunes a todos los países africanos, también en lo que respecta a la estructura de los servicios sanitarios. Fui allí en un momento muy interesante de la historia de la salud pública. En el año 1978 la Organización Mundial de la Salud (OMS) había aprobado la estrategia de la atención primaria de la salud.

-¿En que consistía?

-La OMS hablaba de poner al día todos los sistemas sanitarios, de estrategias concretas de vacunación y de atención comunitaria, de hacer que la comunidad definiese los problemas de salud que había que afrontar en su ámbito... Decía también, por ejemplo, que los países tenían que afrontar sus problemas de salud, innovar tanto en los objetivos como en la metodología, y no conformarse con las instrucciones impuestas por las metrópolis. Incidía, además, en aspectos no estrictamente sanitarios, como el modelo económico. Había toda una estrategia para construir un sistema sanitario desde la comunidad, sobre todo en los lugares más aislados, e ir subiendo hasta lo que podríamos llamar hospitales de tercer nivel. En general, todo lo que hoy podríamos llamar desarrollo. Y esto se hacía desde un punto de vista muy político y social. Hoy hablamos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Pues era algo similar, pero con más profundidad, más carga política.


Fotos: ISGlobal.

-No se llevó a cabo...

-Muy poco después de aprobarse esta estrategia ya salieron voces que la limitaban, voces importantes como la de un miembro de la Fundación Rockefeller que publicó un artículo supuestamente científico diciendo que esto era muy difícil y que, por lo tanto, proponía una “atención primaria de salud limitada sostenible”. Pero las limitaciones no vinieron solo del frente académico. Por ejemplo, en algunos países donde toda esta estrategia se había intentado implementar llegaron a asesinar a algunos líderes comunitarios que se habían tomado en serio la estrategia de la OMS y la practicaban. Al final, la atención primaria de salud en Europa se ha limitado a poner nombre a la primera línea de atención a las personas, y a nivel internacional se han conservado las campañas de vacunas y poco más.

-Pero cuando te vas a Ruanda en 1982 sí hay esperanza de poder cambiar las cosas.

-Me voy un poco con esta idea y cuando llego al hospital de Nemba me encuentro que está encerrado en sí mismo, atendiendo a pacientes que llegan allí, pero sin ninguna actuación comunitaria. Me encuentro también que todos los puestos de mando están ocupados por personas blancas. La propuesta que hice fue abrir el hospital hacia fuera. Por ejemplo, pasábamos de una epidemia a otra (disentería, cólera, amebiasis) porque la gente bebía agua contaminada. Y está muy bien atender a las personas enfermas, pero lo que es importante es que no enfermen, si se puede evitar. Pusimos en marcha un proyecto para arreglar más de 300 fuentes comunitarias en el área de influencia directa del hospital. Con las campañas de vacunación hicimos igual, salimos fuera del hospital. También con las de medicina escolar y las de comadronas tradicionales (las formamos para prevenir el tétanos neonatal, uno de los problemas habituales en aquella época, o para prevenir rupturas uterinas). Y, por otro lado, incentivamos que los puestos de mando del hospital poco a poco pasaran a personal ruandés.


2018. Foto: ISGlobal.

-¿En Ruanda empieza también tu actividad investigadora?

-Sí, ahí doy los primeros pasos. Por ejemplo, una de las cosas que nos encontramos era que no había malaria en toda la región que dependía del hospital, porque estaba a bastante altitud y había barreras naturales que impedían la conexión con zonas de mosquitos. Todas las malarias que veíamos eran de población local que regresaba de trabajar durante semanas o meses en otras zonas del país donde sí había malaria. Hasta que muy cerca del hospital abrieron una carretera nueva, ancha y asfaltada, que unía Kigali con la capital del norte, Ruhengeri. Para hacerla talaron muchos árboles y allanaron colinas, y esto hizo que los mosquitos ya no encontraran barreras naturales para moverse y expandirse. Entonces tuvimos los primeros casos de malaria local en el hospital de Nemba. ¿Cómo lo supimos? Empezamos a tener a niños con malaria, y los niños no iban a trabajar a Kigali ni a ninguna parte. Aquellos años también comenzamos a ver la resistencia a la cloroquina, que se usaba entonces para tratar la malaria, y a partir de aquí también empezamos a investigar para buscar soluciones. Toda mi investigación siempre ha nacido de preguntas relacionadas con la asistencia.

Los problemas invitan a mejorar

-Hay un momento en el que decides volver.

-Sí. Empalmé dos contratos seguidos, pero las cosas no son fáciles. El proceso de apertura del hospital fue bien aceptado por todos, vistos los resultados que daba, pero en cambio su “ruandización” (poner ruandeses en puestos de mando) no gustó tanto. Para algunos fue difícil de digerir. Este puede que fuera el motivo por el que pensé que ya había hecho mi trabajo y que lo tenían que continuar otros.

-¿Has vuelto a Ruanda?

-Dos veces. Una en 1994 para ir a trabajar a los campos de refugiados de la zona de Bukavu (Congo), después de la guerra. Y hace unos 15 años para ver cómo estaba el país, en la zona donde habíamos estado trabajando, y ver a amigos y conocidos de cuando trabajé allí.

-¿El hospital sigue funcionando?

-Sí. Forma parte de la red de salud pública del país.

-¿Y el sistema sanitario ha evolucionado?

-Bueno, hay que tener en cuenta que con la guerra del 94 muchas estructuras, y la organización sanitaria, quedaron dañadas y murió mucho personal. Socialmente, las cosas no han cambiado mucho. Hay una clase acomodada en la capital, que es un magnífico escaparate para el actual gobierno, pero en las zonas rurales las dinámicas son muy parecidas a las de años atrás. La brecha económica entre estos dos mundos ahora es mucho más evidente que antes. La estructura sanitaria se ha ido rehaciendo y es similar a la previa, con un poco más de medios y de personal sanitario.

-¿Desanima ver que pasan los años y los problemas persisten?

-Sí, pero también es una invitación a pensar cómo mejorarlos.

El Chagas: partir de casi cero

-¿En Bolivia has visto también mejoras desde que comenzaste a trabajar allí?

-El proyecto de Ruanda era mucho más holístico y los cambios se veían pronto. En Bolivia hemos actuado en una enfermedad concreta, dentro de un sistema sanitario que funciona con todas sus rutinas, y los cambios cuestan más de ver, pero el diagnóstico y el tratamiento de la enfermedad de Chagas se han incrementado de forma notable.


Bolivia, 2016. Foto: Ana Ferreira / ISGlobal.

-La enfermedad de Chagas, endémica de América Latina, es una de las grandes olvidadas del mundo.

-De hecho, la OMS la tiene como una de las veintipico enfermedades olvidadas. Hay muchos factores que lo han propiciado. Uno es que entre que la persona se infecta y que se encuentra enferma pasa mucho tiempo (20, 30, 40 años) y se hace más difícil relacionar la causa y el efecto: muchas veces no se piensa que problemas cardíacos, neurológicos o digestivos puedan estar causados por el Chagas. Además, no todas las personas que tienen el parásito acaban desarrollando síntomas de la enfermedad. Aparte, aunque en los años sesenta aparecieron los primeros medicamentos contra el Chagas, hasta hace relativamente poco las personas adultas de América Latina casi no recibían tratamiento. Los niños, un poco más, pero también muy poco. Nuestra colaboración fue sobre todo abrir plataformas de atención integral a pacientes adultos con Chagas. También se ha proporcionado educación médica continuada sobre la enfermedad a profesionales de la salud, y se les ha dotado de protocolos para que puedan atender a las personas afectadas.

-En Europa, ¿la enfermedad es más visible ahora?

-Un poco más. Ha costado mucho, porque no es muy frecuente y afecta sobre todo a población inmigrante. En España, que es el país europeo con más inmigrantes latinoamericanos, calculamos que había entre 50.000 y 70.000 personas afectadas. En otros países tienen muchos menos casos y por eso han ido más lentos tomando medidas. Por ejemplo, hace dos años colaboramos con profesionales de Alemania para la elaboración de sus guías de atención a pacientes con Chagas. Desde que nosotros lo hicimos en el 2007-2008 hasta ahora, ¡mira que han pasado años! Pero poco a poco se va avanzando.


Jornadas de Chagas 2023 a Barcelona. Foto: Aleix Cabrera / ISGlobal.

Hacerse preguntas

-¿Por qué empezaste a interesarte por el Chagas?

-Por un lado, en el Banco de Sangre del Hospital Clínic detectaron a una persona con enfermedad de Chagas que venía de Bolivia, y en nuestro servicio de atención al viajero del Clínic también atendimos a una persona con una cardiopatía que resultó estar causada por el Chagas. Era en 2003, más o menos. Nuestro país estaba recibiendo un gran flujo migratorio proveniente de América Latina y nos hicimos la pregunta: ¿son casos aislados, tal y como vemos con otras enfermedades tropicales? ¿O son la punta del iceberg de un problema de salud pública que podemos tener aquí? Junto con la doctora Montserrat Portús, catedrática de la Universidad de Barcelona (UB), y su grupo, nos pusimos a estudiarlo y vimos que había un buen número de personas latinoamericanas, sobre todo de Bolivia, con Chagas, y eso nos decía que teníamos un nuevo problema de salud pública. Aquí no tenemos el chinche, el vector que puede transmitir el Chagas, pero el parásito también se transmite de madres a hijos, por donaciones de sangre o por trasplantes de órganos y, por lo tanto, podemos encontrarnos a personas infectadas por estas vías de transmisión.

-¿Qué hicisteis entonces?

-Junto con el departamento de Epidemiología de la Generalitat, creamos el programa de control de transmisión de la enfermedad de Chagas de madres a hijos, que aún funciona en Cataluña; intervinimos, con otras instituciones, para que en los bancos de sangre se practicase obligatoriamente la prueba del Chagas en las muestras de sangre, y comenzamos a llamar la atención y a desarrollar protocolos para el tema de los trasplantes. Además, pensamos que, ya que la mayoría de personas detectadas con Chagas venían de Bolivia, quizá teníamos que hacer algo en este país con colegas bolivianos. Y así nació toda la actividad y todos los proyectos que tenemos allá: unos de colaboración con el sistema de salud del país y otros de investigación siguiendo las líneas de trabajo que hemos ido desarrollando (ensayos clínicos, investigación de biomarcadores, etc.)

-Toda tu actividad nace de las preguntas que te haces, pues.

-Toda investigación nace de preguntas. ¿Por qué diagnosticamos Chagas en Barcelona? ¿Hay más personas que pueden tener la enfermedad? ¿Qué puede implicar? ¿Qué impacto puede tener en nuestro país? Etcétera. En Ruanda era lo mismo: teníamos un brote epidémico detrás de otro de enfermedades que sabíamos que se transmitían por el agua, pues había que hacerse la pregunta, ¿no? Investigar qué estaba pasando. Y después ponerle solución. En aquel caso fue organizar, potabilizar y montar fuentes que no fuera fácil que se contaminaran. Mis investigaciones nacen de preguntas muy asistenciales, después de ver qué ocurre en una comunidad, en unas personas.


Bolivia, 2016. Foto: Ana Ferreira / ISGlobal.

-¿Qué preguntas te haces ahora?

-Las primeras preguntas sobre el Chagas eran muy epidemiológicas y clínicas. Cuando vas profundizando en el tema, te das cuenta de que la problemática es mucho más amplia. Poco a poco se han ido formalizando líneas de investigación relacionadas. Por ejemplo, con biomarcadores de eficacia terapéutica. Tratamos a los pacientes porque sabemos que los medicamentos tienen una eficacia, pero en personas adultas no es del 100% y no tenemos nada, ninguna prueba ni señal clínica, que nos diga si hemos eliminado el parásito o no. Iría muy bien tener una herramienta que nos permitiera decirle al paciente después del tratamiento: “oiga, esto se ha acabado, ya está” o “no lo hemos solucionado, hemos de seguir haciendo pruebas o cambiar el tratamiento”. Encontrar nuevos biomarcadores y nuevos medicamentos son dos de las líneas que estamos siguiendo porque responden a necesidades asistenciales. Por otro lado, estamos buscando nuevas pruebas que puedan facilitar la detección precoz del Chagas en recién nacidos, porque las que hay ahora son un poco mediocres o difíciles de implementar en algunos lugares donde la enfermedad es endémica. Los recién nacidos se pueden tratar y, en este caso, sí tenemos herramientas para decir que los hemos curado. Son líneas de investigación para las que no encontraremos solución de un día para otro.

Estado profesional: dejándolo

-¿Tú quizás ya no lo verás?

-¡Tal vez si llego a los 90 o 100 años! Pero en lo profesional sé que serán otros quienes seguirán estas líneas de investigación, en ISGlobal y en todo el mundo.

-¿Cómo te sientes ahora que vas frenando la actividad?

-Estoy dejándolo, en un proceso que en ISGlobal llamamos “plan de sucesión”. Los investigadores de cierta edad organizamos la continuidad del equipo y de las líneas de investigación. Yo estoy muy al final de este plan. Y lo vivo bien. Pienso que es lo que toca. Y como detrás hay gente muy buena, estoy contento.

-¿Qué es lo que más echarás en falta?

-En lo profesional seguro que echaré de menos la investigación. Es apasionante, implica que constantemente has de estar pensando, comunicando y discutiendo con otros investigadores hacia dónde ir, y esto desde el punto de vista intelectual está muy bien, estimula. Incluso es divertido. Pero se trata de ir dejándolo poco a poco para que no haya un choque demasiado estridente. Y por eso también me estoy preparando para tener otros retos en la nueva etapa que se abre, que me estimulen para seguir pensando, comunicando y viviendo activamente.