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Contaminación atmosférica: ¿debería utilizar mascarilla en la ciudad?

04.1.2016

Es posible que hayáis visto a gente llevando mascarillas cuando se desplazan por la ciudad (o que la uséis vosotros mismos). En 2012, los atletas estadounidenses llegados a Pekín para participar en los Juegos Olímpicos llevaban mascarillas de filtración del aire (llamadas respiradores) para evitar una esperada y rápida disminución de su rendimiento deportivo causada por la exposición a los elevados niveles de contaminación atmosférica (por una inflamación que afecta a la capacidad de las vías respiratorias y de los pulmones).

Los beneficios de realizar actividades deportivas al aire libre, como ir al trabajo en bicicleta, superan a los posibles perjuicios de una exposición potencialmente mayor a la contaminación atmosférica

Como investigadores en salud ambiental, en CREAL (centro aliado de ISGlobal) se nos pregunta a menudo nuestra opinión sobre si realizar ejercicio en una zona con contaminación atmosférica supone un riesgo para la salud. Lo que solemos decir es que los beneficios de realizar actividades deportivas al aire libre, como ir al trabajo en bicicleta, superan a los posibles perjuicios de una exposición potencialmente mayor a la contaminación atmosférica, como la causada por las emisiones del tráfico circundante. A largo plazo, es recomendable incorporar la práctica de ejercicio en la rutina diaria, como por ejemplo ir al trabajo en bicicleta, no solo desde el punto de vista de los beneficios que conlleva para la salud personal, sino también desde el punto de vista de los beneficios que aporta a los habitantes de la ciudad, ya que supone que hay un vehículo menos que causa contaminación atmosférica y ruido, riesgo de accidente o atasco.

Si bien se trata de una recomendación general, los grupos de población sensibles (como las personas que padecen asma) pueden optimizar el beneficio mediante la aplicación de estrategias de gestión del riesgo, como evitar el tráfico en la medida de lo posible o utilizar mascarillas. Estas estrategias deberían considerarse únicamente como una respuesta a corto plazo a un gran problema que tiene una dimensión más a largo plazo: demasiada contaminación atmosférica en las ciudades conlleva un riesgo para todos nosotros, independientemente del modo de transporte utilizado, la profesión o las actividades sociales. Necesitamos, sobre todo, que las ciudades se conviertan en lugares más limpios para respirar, de modo que vivamos más tiempo y de manera más productiva, ya que es sabido que un elevado nivel de contaminación atmosférica reduce la longevidad y el desarrollo infantil.

A pesar de que las fuentes de emisión siguen estando presentes, una posible estrategia para reducir la exposición a los elevados niveles es evitar dichas fuentes, por ejemplo, utilizar las calles secundarias de las ciudades para evitar atascos de camino al trabajo o durante el ejercicio. Otra estrategia es utilizar una mascarilla similar a la utilizada por los atletas estadounidenses en Pekín. 

Los grupos de población sensibles pueden optimizar el beneficio mediante la aplicación de estrategias de gestión del riesgo, como evitar el tráfico en la medida de lo posible o utilizar mascarillas

Existen mascarillas de uso profesional que protegen contra distintas partículas contaminantes y ofrecen diferentes grados de comodidad (por ejemplo, en cuanto a frecuencia respiratoria). Por ejemplo, un carpintero profesional puede utilizar una mascarilla de uso industrial, que evita la inhalación de partículas de polvo de madera. Hay mascarillas que se venden como productos idóneos para una vida urbana “activa”, entre ellos mascarillas específicas para los desplazamientos al trabajo en bicicleta. Se venden como productos cómodos para personas que se desplazan físicamente al trabajo, ya que están hechas de neopreno (como los trajes para practicar deportes acuáticos) y llevan –en lugar de una– dos válvulas de filtro, una para el sudor y otra para una frecuencia respiratoria más alta, como sucede durante el ejercicio. Sin embargo, estas mascarillas no han sido completamente testadas y su eficacia ante la amplia gama de emisiones procedentes del tráfico a las que podemos vernos expuestos cuando suben los niveles de contaminación en las ciudades no ha sido probada. En general, filtran solo partículas grandes y algunos gases, pero no las partículas más pequeñas (ultrafinas) ni ciertos gases que se sabe son especialmente nocivos para la salud, como el dióxido de nitrógeno y el monóxido de azufre.

 

Un estudio científico llevado a cabo en Pekín y que tenía como fin de analizar la eficacia de una serie de mascarillas contra la inhalación de nuevas partículas de diésel puso de manifiesto que, aun cuando era mucho mejor utilizar una mascarilla para ciclistas que un pañuelo de algodón, estas presentaban una eficacia mucho menor que la de las mascarillas utilizadas por carpinteros. Otro estudio más reciente reveló que los pacientes con afección cardiaca experimentaban menos síntomas cuando utilizaban una mascarilla de uso industrial. En este mismo estudio, las mascarillas para ciclistas fueron descartadas para el análisis de su eficacia sobre la salud debido a que no presentaron resultados significativos en cuanto a su capacidad de protección. Dado que las personas con afección cardiaca o pulmonar pueden ser especialmente sensibles a los altos niveles de contaminación atmosférica, en su caso, es recomendable la aplicación de estrategias encaminadas a reducir su exposición y el agravamiento de los síntomas, una indicación también extensible para personas aquejadas de infecciones respiratorias.

Necesitamos, sobre todo, que las ciudades se conviertan en lugares más limpios para respirar 

Con independencia de la eficacia –o no– del filtro, una cuestión que se debe tener en cuenta cuando se utiliza una mascarilla es que tiene que estar bien colocada y ajustada, de manera que todas las partículas de aire (y de contaminación) que se inhalen penetren a través del filtro. Aún cuando la responsabilidad de mejorar la calidad del aire debe ser asumida por las correspondientes autoridades municipales y gubernamentales, al final, utilizar algo como una mascarilla es una decisión personal. Esta decisión puede estar motivada por factores culturales y de índole práctica. El estudio de Pekín reveló que, aunque las mascarillas (de uso industrial) se toleraban bien, se utilizaban sobre todo durante los desplazamientos a pie en lugar de durante el ejercicio más vigoroso en bicicleta.

Mis anteriores colegas del Laboratorio Internacional para la Calidad del Aire y la Salud (Brisbane, Australia) y yo queríamos saber si los ciclistas estaban dispuestos a utilizar mascarilla y cuáles eran las razones para ello. Brisbane, al igual que Barcelona, posee un maravilloso clima soleado y templado que la hace propicia para el uso de la bicicleta; desafortunadamente, el tráfico y las emisiones se encuentran también presentes y afectan a sus  habitantes. Aunque en nuestro estudio científico identificamos algunas quejas sobre problemas de salud temporales, sobre todo por parte de personas con un historial de enfermedad respiratoria (por ejemplo, asma), la mayoría de los participantes mostraron su disposición a evitar el tráfico o a utilizar mascarilla cuando se mostraba necesario para su salud. Aunque los participantes consideran que variar de ruta para evitar el tráfico es una estrategia que reduce considerablemente la exposición a la contaminación atmosférica asociada al tráfico, se mostraron más proclives a utilizar mascarilla (siempre y cuando fuese cómoda). Asimismo, se sugirió que, para que las rutas para ciclistas resulten atractivas, deberían estar separadas del tráfico de las vías principales a fin de que sean más rápidas y más seguras de transitar de camino al trabajo. 

Aunque es mucho mejor utilizar una mascarilla para ciclistas que un pañuelo de algodón, estas presentan una eficacia mucho menor que la de las mascarillas utilizadas por carpinteros

En el contexto general de la salud pública, mis colegas de CREAL han señalado que el nivel estándar de las emisiones procedentes del tráfico, un tema candente ahora que se ha descubierto que un fabricante de coches manipulaba las pruebas sobre las emisiones, es irrelevante. Sostienen que, en general, los coches deberían ser sustituidos por formas de movilidad activa, ya que el ruido y la actividad física deben ser considerados en su conexión con sus riesgos y sus beneficios, respectivamente. Hasta que nuestras autoridades municipales resuelvan este reto, existen servicios que permiten saber cuándo y dónde la calidad del aire puede ser especialmente mala, como durante las horas punta en la confluencia de las vías principales. Este tipo de servicio se puede utilizar para planificar una ruta, ya que permite que el usuario identifique la ruta al colegio o al trabajo con mejor calidad del aire.

El proyecto CITI-SENSE, financiado por la Comisión Europea, está desarrollando los sistemas que permiten crear este tipo de servicios mediante la creación de mapas de calidad del aire actualizados en tiempo real en varias ciudades europeas. Si te estás planteando cuál es el nivel de contaminación que ves a tu alrededor, haznos llegar tus reflexiones desde donde te encuentres, descarga para ello la aplicación CityAir, disponible para Android y para iOS. La información que nos envíes es confidencial, no obstante servirá para que autoridades y dirigentes municipales conozcan cuál es la opinión pública sobre la calidad del aire. Mientras tanto, piensa si realmente prefieres llevar una mascarilla o una radiante sonrisa, muestra a tu ciudad lo feliz que te sientes de ir en bicicleta y sé un precursor de sus beneficios para la salud. 

[Este texto fue originalmente publicado en El País - Planeta Futuro]