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¿Se puede frenar la expansión de los arbovirus?

07.4.2014

Hoy se celebra el Día Mundial de la Salud. Bajo el lema “Pequeñas picaduras, grandes amenazas”, este año se centra en las enfermedades transmitidas por vectores.

En medicina, los vectores (del latin vector, vectoris, ‘que conduce’), son aquellos agentes, en su mayoría insectos, que pueden transmitir una enfermedad de una persona (o animal) a otra. Las picaduras o mordeduras de los vectores pueden propagar una gran variedad de patógenos, incluyendo bacterias, parásitos y virus. Bacterias como la Borrelia burgdorferi (causante de la enfermedad de Lyme), parasitosis como la malaria o la enfermedad de Chagas y virus como el dengue son algunos de los ejemplos más importantes.

Las enfermedades transmitidas por vectores (ETV) son conducidas por mosquitos, moscas, garrapatas, chinches o incluso caracoles. Representan un problema de salud mundial de primera magnitud, hasta el punto de que más de la mitad de la población mundial está en riesgo de adquirir estas enfermedades. Además, son las áreas más desfavorecidas y con menos recursos económicos las más afectadas. Como ejemplo del impacto de las ETV, se calcula que la malaria causa la muerte de más de 600.000 personas al año, la mayoría niños en África sub-sahariana.

En los últimos años, considerables esfuerzos se han realizado en el estudio y prevención de las ETV, logrando reducir la incidencia y mortalidad de algunas de ellas. Sin embargo, otras ETV no solo no han disminuido sino que se encuentran claramente en expansión. Debemos destacar aquí a los virus transmitidos por artrópodos (arbovirus), un amplio grupo de virus con más de 100 especies que pueden afectar al hombre. Entre los arbovirus de importancia se encuentran la fiebre amarilla, la encefalitis japonesa, la encefalitis transmitida por garrapatas, el virus West Nile o el virus chikungunya. El más importante de todos los arbovirus es el dengue, cuya incidencia se ha multiplicado por 30 en el último medio siglo, llegando a ser la enfermedad vectorial de mayor crecimiento en el mundo. Su expansión geográfica hace posible que actualmente el 40% de la población mundial viva en un área con riesgo de contraer dengue. El comercio internacional, los viajes, la urbanización y los cambios medioambientales son algunos de los factores determinantes en la re-emergencia de este virus, que actualmente circula en más de 100 países del mundo.

El espectro clínico del dengue incluye desde infecciones asintomáticas hasta síndromes febriles y cuadros graves de dengue hemorrágico. El virus se transmite por picaduras de mosquitos infectados del género Aedes. Aunque el principal vector de la enfermedad es la especie Aedes aegypti, el mosquito tigre (Aedes albopictus) también la puede transmitir y constituye una preocupación para muchos países del mundo (incluyendo España) donde se ha introducido y asentado. Una persona que ha viajado a un área endémica y vuelve a su país con dengue puede ser picada en los primeros días de la enfermedad por un mosquito Aedes, que podría infectarse y transmitir la enfermedad a otras personas. Es lo que denominamos una transmisión autóctona, para subrayar que la transmisión ha tenido lugar en el país donde la enfermedad no estaba presente. Mosquitos potencialmente transmisores existen ya en Italia, Francia o España y la amenaza ya se ha hecho realidad en los últimos años, habiéndose detectado casos autóctonos de dengue en Francia (2010 y 2013), Croacia (2010) o Italia (virus chikungunya, 2007). Afortunadamente, la frecuencia con la que esto puede ocurrir se considera bastante baja.

Los datos, sin embargo, indican que a día de hoy estamos perdiendo la batalla contra los arbovirus. No disponemos de tratamiento específico y solo contamos con vacunas contra unos pocos (fiebre amarilla, encefalitis japonesa y encefalitis transmitida por garrapatas). Dadas las características de los artrópodos transmisores, el control de los vectores es extremadamente complicado y su eliminación prácticamente imposible. Para poder frenar la expansión de esta amenaza para la salud global son imprescindibles un incremento notable en investigación, campañas de prevención, esfuerzos coordinados entre diferentes disciplinas científicas y el desarrollo de enfoques novedosos para poder combatir las ETV. En la base de estas acciones, se necesitan profesionales con una sólida formación, clara vocación y firme determinación.

 

 

Miguel J. Martínez es médico especialista del Servicio de Microbiología del Hospital Clínic de Barcelona, profesor asociado de la Universidad de Barcelona e investigador de ISGlobal, donde coordina el curso de Enfermedades Arbovirales.