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¿Qué puede aprender España de la cooperación británica?

05.2.2015

Una troupe de cinco diputados, un asesor político de la Secretaría General de Cooperación y tres representantes de think-tanks españoles nos hemos desplazado a Londres para conocer la experiencia británica en el ámbito del desarrolloDurante los dos últimos días hemos llevado a cabo en ISGlobal un pequeño experimento. Una troupe de cinco diputados de tres grupos políticos diferentes (invitamos a varios -incluyendo a Podemos- pero respondieron los grupos popular, socialista y catalán), un asesor político de la Secretaría General de Cooperación y tres representantes de think-tanks españoles nos hemos desplazado a Londres para conocer la experiencia británica en el ámbito del desarrollo. El propósito del viaje –financiado por la Fundación Gates- era alimentar las posibilidades de un acuerdo que permita resucitar en España las políticas de cooperación, fuertemente afectadas por el recorte presupuestario y la marginación política.

Los británicos se pusieron a la cabeza del ‘value for money’ en materia de lucha contra la pobreza. Y lo acompañaron con recursos crecientes que el año pasado alcanzaron la cifra emblemática del 0,7% de la RNBEn buena medida, se trataba de realizar un esfuerzo de inspiración: el Reino Unido es un caso excepcional en el que la cooperación y el desarrollo se han establecido firmemente entre las prioridades estratégicas de los gobiernos laboristas y conservadores desde 1997. Con la creación del DFID (la institución que gestiona la ayuda y cuyo líder tiene rango ministerial) y la construcción de un entramado institucional que garantiza el impacto de los recursos desde el Parlamento y una oficina independiente de evaluación, los británicos se pusieron a la cabeza del ‘value for money’ en materia de lucha contra la pobreza. Y lo acompañaron con recursos crecientes que el año pasado alcanzaron la cifra emblemática del 0,7% de la RNB: más de 16.700 millones de euros, diez veces más que en España, cuando su economía solo es 2,4 veces mayor que la nuestra.

El viaje ha incluido reuniones con miembros del Parlamento, el Gobierno, think-tanks como ODICGD, y ONG locales como Oxfam, Action Aid o Christian Aid. Y ha dado oportunidad a varios espacios de conversación entre nosotros que han resultado particularmente interesantes. Les resumo algunas de las cuestiones que han surgido:

  • Es evidente que la política británica de desarrollo queda a dos galaxias de distancia de nuestras posibilidades. Pero su experiencia muestra lo que una sociedad y unos gobiernos decididos pueden hacer para convertir la lucha contra la pobreza en una marca de su presencia en el mundo. De manera más torpe y endeble, España hizo eso a partir de 2004, cuando desplegó una ‘diplomacia de la ayuda’ en regiones como África y descubrió que este es un camino barato y eficaz de posicionamiento global en el que los beneficios de otros comportan oportunidades para uno mismo. La determinación política antecedió en el Reino Unido a cualquier aumento de los recursos o reforma institucional.
  • Los países de rentas medias y bajas piden ahora nuestra experiencia y know-how, más que nuestro dineroTampoco hay posibilidades de que en esta vida veamos un presupuesto de la ayuda española similar al del Reino Unido. Pero conviene preguntarse cuántas cosas es posible hacer con poco dinero o con el dinero de otros. La cooperación en regiones de rentas medias y medias-bajas como América Latina y el Mediterráneo Sur puede sustentarse sobre la transferencia de conocimiento (salud, energía y fiscalidad, por ejemplo) y el apoyo en reformas institucionales. Son países que concentran altos niveles de pobreza y desigualdad, pero sus gobiernos piden ahora nuestra experiencia y know-how, más que nuestro dinero. La cooperación se convierte entonces en un catalizador de recursos que están en nuestros equipos científicos, nuestras empresas de renovables o nuestra Agencia Tributaria. Y tal vez los alemanes, un banco multilateral o los propios países receptores estén dispuestos a pagar por unos servicios en los que están muy interesados.
  • ¿Somos capaces de convertirnos en los especialistas globales contra las enfermedades de los pobres como la malaria?No es posible hacer todo al mismo tiempo. Con unos recursos infinitamente más amplios que los nuestros, los británicos han demostrado mayor capacidad de concentración. Han reducido los sectores prioritarios de intervención a un puñado de asuntos (como la reconstrucción de estados frágiles) y han limitado a menos de 30 el número de países en los que intervienen. ¿No debería España plantearse algo similar? Este Gobierno ha reducido el número de países en los que operamos, pero las decisiones más estratégicas posiblemente sean sectoriales: ¿somos capaces de convertirnos en los especialistas globales contra las enfermedades de los pobres como la malaria? ¿podemos hacer una contribución específica y permanente en materia de nutrición en la región del Sahel? En los próximos años tendremos que ser una cooperación mucho más estratégica y focalizada o no seremos nada.
  • El capital humano que España tiene en el exterior es abrumador. La noche del martes cenamos con un puñado de los españoles que trabajan en universidades, think-tanks y ONG británicas en el ámbito del desarrollo. Su experiencia, conocimientos y compromiso no solo son inspiradores, sino que constituyen un tesoro al que la estrategia española de desarrollo sencillamente no puede renunciar . Establecer redes firmes de contacto es otra buena idea que no cuesta dinero.

Estas son solo algunas de las cuestiones que se han planteado. A partir del próximo mes de noviembre es más que probable que el juego parlamentario y presupuestario sea mucho más rico del que hemos conocido hasta ahora. Tenemos la oportunidad de conformar una estrategia exterior que sea tan ética como inteligente. Hagámoslo.


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