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¿Nos hemos olvidado de la ciencia básica?

23.11.2015

[Este artículo ha sido publicado en el Huffington Post]

¿Podemos decir que las leyes de Mendel son capitales para la genética o las reglas de Chargaff para la biología molecular? Yo creo que sí, que sobre ellas descansan gran parte de los avances, tanto científicos como tecnológicos, en múltiples áreas del conocimiento. Avances científicos y tecnológicos o básicos y aplicados, si lo preferimos ¿Por qué lo diferencio? Porque no es lo mismo avanzar por lo desconocido que elaborar el conocimiento adquirido. La frontera es difusa y etérea, a veces puede ser una delgada línea, un simple suspiro, pero aun así se trata de áreas diferentes. Ambas son necesarias.

Desde hace ya demasiado tiempo parece que aquellos estudios que no tienen un horizonte de aplicación no merecen la consideración de relevantesLos avances tecnológicos se ven de una manera clara, directa, tienen un impacto en nuestras vidas cotidianas. Los científicos no se ven, pero están ahí, son los cimientos sobre los que se sustenta el edificio de la tecnología. De hecho, la mejor analogía sería la clásica y manida del iceberg; vemos sólo una parte del edificio, la otra esta debajo, haciendo de soportal. Y ese soportal debe ser constantemente ampliado, tanto para permitir desarrollar nuevas ideas aplicables, que jamás se hubiesen concebido antes, como para mejorar las ya existentes.

No obstante, desde hace ya demasiado tiempo, parece que aquellos estudios que no tienen un horizonte de aplicación o en los que, si alguno se otea, es lejano e incierto, no merecen la consideración de relevantes. Son cosas que no venden, y por tanto no vale la pena dedicarles esfuerzos, y menos aún dinero, sobre todo en tiempos de crisis. No es que esos cimientos toquen ya roca madre y que cualquier esfuerzo por ampliarlos vaya a ser estéril, es que se considera innecesario y absurdo. ¿Para qué, si no me va a dar réditos inmediatos?

Vivimos en la era del YA, del AHORA, en la era de internet y de las prisas, incluso en la era de la cocina rápida y de las patentes que se han de rentabilizarVivimos en la era del YA, del AHORA, en la era de internet y de las prisas, incluso en la era de la cocina rápida y de las patentes que se han de rentabilizar. Pretender que se investigue simplemente para saber más, para ampliar conocimientos que pueden ser realmente abstrusos, se está volviendo cada vez más inconcebible. Es muy triste, pero lo que no se ve no existe en el mundo de hoy.

En esta era se habla del cambio climático, se alerta de sus riesgos desde hace ya años, se publican noticias sobre el deshielo del Ártico, sobre los fenómenos atmosféricos cada vez más extremos; se hacen conferencias internacionales en las que se llega a acuerdos básicos para evitar el desastre. Y luego no se hace nada. A corto plazo es más rentable seguir igual. A largo plazo… ¿le importa a alguien, de verdad?

Con la ciencia básica ocurre más o menos lo mismo. Se vende desde todos los estamentos que la ciencia debe servir para mejorar la calidad de vida. Y estoy de acuerdo en ello, pero los pocos recursos que se invierten se limitan a esa parte visible; la otra queda cada vez más desangelada, desalentada y hasta parece que catalogada como pérdida de tiempo.

Pretender que se investigue simplemente para saber más se está volviendo cada vez más inconcebibleNo quiero ser mal interpretado, no se trata de avanzar de manera continua hacia el infinito y más allá, de hacer sólo investigación básica, sin pararse nunca a sacar beneficios tecnológicos palpables, tampoco es eso. Se trata de no creer que sólo es ciencia lo que se ve, que sólo es útil lo que se ve, que sólo se ha de potenciar lo que se ve. Si no, en unos cuantos años no veremos nada nuevo, o al menos nada que sea realmente diferente y marque una inflexión. Por poner un símil, la investigación aplicada se extiende como una capa de aceite, lenta y uniformemente. La básica permite dar saltos hacia todos los lados, abrir nuevos campos inexplorados y abrir nuevos nichos sobre los que, en un futuro, apoyar las columnas de nuevas tecnologías, o llevar las existentes a una nueva dimensión.

Volviendo al inicio, sería interesante que posáramos nuestra mirada sobre Mendel y Chargaff, y lo hiciésemos sin los prejuicios del siglo XXI. Miremos a Mendel con ojos de 1866. Si pensamos en términos de investigación básica, vemos un gran aporte al conocimiento; si pensamos en términos aplicados, ¿servía o podía servir para algo en aquel momento lo que hizo? ¿Vemos algo, aparte de un monje medio loco que se pasa el día entre guisantes? ¿Y la ley de Chargaff? “El ADN tiene tantas adeninas como timinas, y tantas guaninas como citosinas”. Estamos en 1950 y dudo que nadie le viese a semejante información una rápida salida al mercado.

Esta mañana he conectado mi ordenador y, entre sorbo y sorbo de café, he topado con una cita que atribuían a Einstein: “Si en vez de investigar los campos electromagnéticos nos hubiéramos concentrado en que los ingenieros solucionaran problemas de iluminación, hoy tendríamos lámparas de petróleo estupendas”.

Sin duda sería cierto.

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