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¡Prohibido aburrir! Convierte tus presentaciones en un relato

12.11.2013

No sufras por ellos. Si durante tu presentación te percatas de que algunos de los asistentes andan con la cabeza baja, no vayas a creer que les ha invadido una tristeza súbita. Seguramente sea solo que te han cambiado por Twitter, por Facebook o por el diario deportivo. Su teléfono inteligente les ofrecía más estímulos que tú. A mí también me ha pasado.

Quien más y quien menos tiene acceso a varias decenas de canales de televisión y ha hecho del zapeo una costumbre que resulta difícil limitar al salón de casa. De un tiempo a esta parte nos hemos habituado a trabajar con múltiples aplicaciones y pestañas abiertas simultáneamente en el ordenador. Ya hay quien dice que por culpa de internet sufrimos de “atención parcial continua”.

Por otra parte, la red pone a distancia de un par de clics cualquier tipo de información que podríamos procesar sin necesidad de quitarnos el pijama. A una persona que hace el esfuerzo de desplazarse para venir a escucharnos le tenemos que ofrecer algo a cambio. No basta con decirle aquello que perfectamente podría aprender por su cuenta. Hay que transmitírselo. Si no somos capaces de captar su interés, en cuestión de segundos cambiará de canal sin la menor contemplación.

El documento que acompaña a este texto recoge algunas sugerencias para aumentar nuestras posibilidades de éxito. Quizá la más importante de todas ellas sea la de concebir la presentación como un relato. Aplicando una estructura y algunas técnicas más propias de la literatura, el teatro o el cine, se puede lograr una audiencia repleta de cabezas bien altas y ojos clavados en nosotros. El objetivo no es convertir las presentaciones en un espectáculo, es aumentar su efectividad y hacer que nuestro discurso llegue. Los oradores perezosos ya no tienen quien les escuche. Para vencer al resto de estímulos que compiten por la atención de la audiencia hacen falta ingenio y, sobre todo, trabajo.